El anuncio de que, con particularidades locales, se buscará a partir del lunes retomar la normalidad en las actividades cotidianas, aquí comenzando por la industria automotriz, según se cuenta de manera escalonada y con todas las medidas de protección pertinentes para evitar nuevos contagios o que se dispare el número de nuevos enfermos por Covid-19, se debe hacer en el entendido de que la prolongación de la parálisis económica acumulará el tamaño del impacto económico y ante la necesidad de entender que existen riesgos de que la pandemia se descontrole.
Anteayer mismo Corea del Sur tuvo que volver a cerrar bares, restaurantes y espacios públicos, pues tras pensar que estaba superada la etapa crítica de la pandemia en su territorio, un nuevo rebrote los obligó a dar marcha atrás parcialmente con la desescalada de las medidas de aislamiento, algo que también se podría dar en China, donde luego de semanas de calma volvieron a registrarse nuevos casos en territorio donde se suponía que la ola de contagios se había detenido.
Aquí se aplica bien eso de que primero hay que comer que ser cristianos, pues hay negocios y decenas de miles de personas que no pueden aguantar más sin ingresos, en ocasiones con casos donde se carece de lo básico para comer siquiera, aunque a la hora de asumir las medidas de protección indispensables, también hay que aplicar la lógica que nos dice que primero hay que estar sanos y vivos, pues de otra manera ya no hay economía que valga.