Contrastaron desde el sábado pasado los aforos que se registraron en los restaurantes capitalinos, que en su mayoría lo hicieron con autorización y tras aplicar los protocolos exigidos por las autoridades, y los bares que por sus pistolas decidieron abrir, que también se observaron llenos, aunque sí afluencias notoriamente superiores a los negocios dedicados a la alimentación.
Sabedores de que tampoco es que la gente se sienta confiada para acudir en masa a degustar sus menús, muchos habían adelantado que aun con permisos en regla, esperarán por lo menos hasta el primero de junio y que su reapertura dependerá en todo caso de que sea notorio que efectivamente se reduce la cifra de contagios por Covid-19 en esta ciudad, que es la que concentra a la población y por ello el número de infectados.
Lo demás fue corroborar que aunque la gente está deseosa de salir, a darse un gusto al paladar y al cuerpo, dos circunstancias harán que el reinicio de operaciones sea lento, como ya vieron los comerciantes; la primera de las cuales es que persiste el temor de muchos a contagiarse del bicho y la segunda que la crisis causada por el parón lastimó los bolsillos de casi todo el mundo y algunos de estos gustos tendrán que esperar para mejores tiempos.