Hasta nos hizo creer que crear empleos es la cosa más fácil del mundo: diez mil aquí, cien mil acá, doscientos mil acullá, AMLO dijo hace un par de días cómo iba a generar dos millones de empleos, dando por descontado que el quiebre de empresas y la reducción de plantillas laborales iba a costarle al país un millón de empleos, que seguramente serán muchos más, aunque eso no importa ya cuando la variable a medir es la ‘felicidad del alma’ y uno puede estar muerto de miedo o muerto de hambre en este país, pero ser inmensamente feliz, al parecer.
La imagen puede ser metaforizada de muchas maneras, por ejemplo con la de un niño que compra una bolsa de canicas, reúne a sus amigos, y se pone a repartirlas alegremente, así de fácil, aunque alguien debería decirle de entre los suyos, quizás el desaparecido Alfonso Romo, u otro gran ausente, Arturo Herrera, que el asunto puede ser más complicado.
Por lo pronto el reparto alegre de puestos de trabajo da escalofríos, pues se trata de precarizar más el empleo en México, pues lo que básicamente se ofrece son trabajos de peones de vía, albañiles, operadores de maquinaria pesada, soldadores y etcétera que, se supone, serán empleados para construir los mega proyectos a los que el presidente no renuncia: su tren, su refinería, caminos y casas construidos por propia mano, que como sea serán mal pagados y que de cualquier manera serán temporales.
Ya puede estar tranquilo, entonces, el empleado bancario o el contador público, o la dependienta de una tienda o la arquitecta que se queden sin trabajo en Torreón o en Hermosillo, pues pronto podrán ser empleados para tender vías en la selva o hacer de guardias de vigilancia en los almacenes de materiales de una obra relacionada con la refinería de Dos Bocas, pues parece que ese es el esquema de recuperación de empleos.
Lo de los programas como ‘Jóvenes Construyendo el Futuro’, es otra cosa distinta, pues si de allí van a salir 230 mil puestos, ya podemos restárselos de golpe a los dos millones.
Hace casi un año el mandatario negó y renegó de los datos sobre creación de empleos que dio el IMSS, reclamando a su gente la no inclusión de los becarios de ese programa, a lo que Zoé Robledo tuvo que responder que no podía considerar a los beneficiarios como asalariados, pues aunque se estire mucho la categoría de lo que es un trabajo remunerado, recibir dinero, muy poco por cierto, por no hacer nada, todavía no entra en la categoría de empleo.
El resto es, volviendo a la precariedad del empleo que ofrece el presidente, en qué van a laborar los trabajadores especializados y en dónde los profesionistas, no sólo los que por decenas de miles egresan cada año de las escuelas técnicas y universidades del país, sino a esos otros decenas de miles que AMLO pretende que completen su formación técnica o profesional en sus nuevas universidades, que así como van ya pueden darles junto al título un certificado de desempleo, ambos para enmarcar en la sala de su casa, pues para otra no van a servir.
No en este país.