Nadie se imaginó nunca, por más que ahora muchos reclamen haberlo vaticinado, una pandemia de la duración y el impacto de la que estamos viviendo, así que nadie pudo prever las consecuencias de entregar licencias para giros reglamentados a diestra y siniestra y, hoy se ve, en completo desorden, pues la verdad es que muchos de los antros y bares que reabrieron desde el fin de semana pasado lo hacen bajo el amparo de sus permisos que les permiten operar como restaurantes, lo que se simula dando cualquier cosa de comida.
Bajo esa lógica poco pueden hacer las autoridades, so riesgo de ver revocadas sus sanciones en tribunales, cuando suspendan las actividades de una cantina o un merendero que tenga permiso de operar como restaurante, lo que de muchas maneras ata de manos a la ‘Brigada Sanitaria’ que anuncia un operativo especial para clausurar estos negocios si persisten en su decisión de abrir sus puertas y permitir la presencia de parroquianos.
Otra cosa muy distinta es que el régimen de su licencia les autorice a operar sin tener los certificados correspondientes que hagan constar que cumplen con las medidas de prevención contra la pandemia que previamente dictó la autoridad y que obliga a cualquiera a ser inspeccionado y autorizado para poder recibir a sus clientes y darles garantías, también a su personal, de que allí se puede estar relativamente seguros de los contagios.