Ya sabemos que no gustó nada aquí que el pasado martes se incluyera a Aguascalientes entre las entidades pintadas de rojo, es decir, de riesgo alto por el avance de la pandemia, pues ya las autoridades locales habían expresado que ya era una exageración que se considerara al Estado como parte de aquéllos cuyos números nos ubicaban como un territorio de riesgo bajo, es decir, de los de color verde, de los que por cierto ya no queda ninguno, luego de que la propagación del microorganismo avanzó en Colima.
De hecho México entero se pintó de rojo ayer, en que con la salvedad del vecino estado de Zacatecas, que sigue en amarillo, el resto de las entidades ya están consideradas de máximo peligro, bajo la medición de cuatro factores, a saber el número de contagios, tendencia a los contagios, número de hospitalizaciones y la tendencia de hospitalización, altos según la Secretaría de Salud en 31 estados.
El asunto es que como ahora es evidente que el baile de las cifras ya se le salió de las manos a la autoridad federal, de tal manera que el subsecretario López-Gatell tuvo que reconocer, con ya varias salidas de tono, que los números que él ofrece apenas representan nada sobre el estado real de la pandemia, los gobernadores comenzaron su pequeña rebelión, pues los hay que se oponen a reabrir actividades no esenciales el próximo lunes, incluyendo a la mandataria capitalina y los hay, como el nuestro, que quieren que la vida retome el ritmo de siempre, como si esto de la pandemia no estuviera pasando.
En todo caso, hasta en los mea culpa de López-Gatell, lo que se sabe es que el COVID-19 está subestimado en México y que nadie sabe cuántos contagiados tenemos y cuántos muertos ha causado el bicho, aunque seguramente son muchos más de los que contienen los registros oficiales, los federales y los estatales, cada vez más dispares.
Aquí ayer se presumió que podría venir la orden de volver a cerrar negocios que ya abrieron, sobre todo luego de que la titular de la Segob, Olga Sánchez, pretendiendo tener un papel que no tiene, hablara de un semáforo federal, que de federal pasó a regional y que, al fin de cuentas y dadas las expresiones previas de AMLO, acabará siendo potestad de los titulares de los ejecutivos estatales.
Como sea y por las malditas dudas el miércoles se cerró la ventanilla de atención a todos aquellos dueños de negocios que quieren reabrir, excepto los de bares, cantinas, antros y gimnasios, y que buscan los certificados de que cumplen con las medidas según eso obligatorias para reanudar sus actividades, aunque ayer mismo el mandatario estatal dijo que aquí tendremos nuestro propio semáforo, para más confusión, y la oficina de Regulación Sanitaria ayer reanudó la entrega de esos documentos que permitirán que desde hoy reabran, entre otros, más restaurantes.
¿Qué saldrá de este desorden? Pues a saber, porque nadie tiene la capacidad de predecir el futuro, aunque sí la de decir que parece que este desorden sobre el estado en que estamos, el baile de cifras, la politización de la información sobre la pandemia y las prisas, no dejan de ser un grave riesgo de que las cosas se compliquen, pues lo que sabemos ahora es que andamos a tientas.