Las autoridades sanitarias están entregando ya constancias a aquellos negocios reabiertos que han demostrado la estricta aplicación de los protocolos de prevención y desde ayer colocan pegatinas donde certifican que algunos negocios del sector hotelero y restaurantero, no es que aseguren que acudir a ellos sea sinónimo de no contagios, pero por lo menos de que han dispuesto las medidas exigidas para limitar en lo posible los riesgos, lo que por contraste quiere decir que los establecimientos que no posean un engomado de estos no ofrecen las mínimas garantías a quienes ingresen en ellos.
Tal vez en esta nueva normalidad cuya naturaleza integral desconocemos, pero que, dicen los expertos, será una con menos contacto humano, aquellos que salgan de la calle discernirán qué negocio sí y que negocio no han de visitar, pues aunque todavía haya irresponsables que se nieguen a creerlo, lo cierto es que entre los más quedó ya sembrado en la cabeza ese temor a los bichos microscópicos que la humanidad, que aquí pecó entera de ingenuidad, supuso derrotados.
Están, por supuesto, los que mantienen la actitud de que la vida no vale nada y por ello los organismos infecciosos no son algo que les preocupe, un grupo que no sólo se comporta sin respeto a la propia salud y vida, sino son un riesgo para los demás, a los que en otros tiempos y otros lares, también había que ponerles en la frente un engomado donde consta que son parte de un colectivo que sigue creyendo que esto del Covid-19 es una conspiración o una falsedad, lo que los vuelve peligrosos.