El sultán le preguntó al nuevo eunuco del palacio: “¿Crees poder cuidar adecuadamente de mi harén?”. “Señor —respondió el eunuco—. Estoy especialmente cortado para este trabajo”… En cierto pueblo mexicano de la frontera norte se celebraba un animado baile. De Texas vino un apuesto vaquero estadounidense que se presentó ante una linda chica del lugar. Le dijo: “Mi nombre es P. P. Smith, pero mis amigos me llaman Pí Pí. Me gustaría bailar con usted la siguiente pieza”. En eso llegó un fornido ranchero mexicano: “¿Me permite la siguiente pieza?”. “No —contestó la muchacha—. Me va a sacar Pí Pí”. “Señorita —le aseguró el ranchero con toda seriedad—. Le prometo no apretarla mucho”… En la casa de doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, se llevó a cabo la tertulia literaria. Manifestó una de las asistentes: “A mí me gusta mucho 'El dulce pájaro de la juventud'”. “¡Por favor! —se molestó doña Panoplia—. ¡Venimos a hablar de literatura!”. (La tertuliana le aclaró a la señora De Altopedo que “El dulce pájaro de la juventud” —Sweet bird of youth— es una obra del dramaturgo norteamericano Tennessee Williams, estrenada en Broadway en 1959 con Paul Newman y Geraldine Page en los papeles protagónicos bajo la dirección de Elia Kazan. Esta vez doña Panoplia se asemejó en algo a la señorita Himenia Camafría, célibe madura, que fue a una tienda musical en busca de canciones yucatecas. Le informó el encargado: “Tengo 'El pájaro azul'”. “Pobre hombre —le musitó al oído la señorita Himenia a su amiga Celiberia, que la acompañaba—. Ha de tener problemas de circulación”)… El homicidio cometido con todas las agravantes en las personas de un juez federal y su señora esposa no ha de ser meramente parte de una estadística a la cual nos hemos acostumbrado ya, y está muy lejos de constituir sólo “un hecho lamentable”. Es, por sus características particulares, un gravísimo crimen perpetrado en contra del sistema judicial de México y que atenta contra el mismo Estado mexicano. Ya se ve que la pazguata prédica presidencial de “abrazos, no balazos”, es desoída por la delincuencia, cuyas venganzas e intimidaciones no obtienen respuesta por parte de los encargados de la seguridad nacional. Si este delito queda sin castigo se pondrá en evidencia una vez más el hecho —ése sí muy lamentable— de que en este país la ley es letra muerta, que la inmensa mayoría de los hechos ilícitos quedan sin castigo y que la timorata postura de la 4T frente al crimen organizado, lejos de haber logrado que la violencia disminuya, parece haberla propiciado aún más… Llena de alegría Dulcibel les comunicó a sus papis: “¡Leovigildo y yo nos vamos a casar! ¡Únicamente nos falta la confirmación del ginecólogo!”… La abuelita de Pepito estaba haciendo su cotidiana lectura de la Biblia. De entre las páginas del libro cayó de pronto una hoja seca. La recogió la anciana y comentó, perpleja: “Esta Biblia es mía desde que era joven (yo, no la Biblia), pero no recuerdo haber puesto en ella esta hoja”. Pepito aventuró una hipótesis: “¿No será ropa interior de Adán o Eva?”… Eran las 11 y media de la noche. Don Chinguetas veía la tele en la sala de su casa, sentado en su sillón favorito con una lata de cerveza en una mano y una rebanada de pizza en la otra. Informó el conductor del programa: “Una encuesta telefónica realizada a mil varones entre 18 y 80 años de edad puso de manifiesto que lo primero que los hombres les ven a las mujeres son los ojos”. “¡Di la verdad, güey! —le gritó don Chinguetas al conductor en la pantalla—. ¡A esta hora los niños ya están dormidos!… FIN.
MIRADOR
Don Constantino, famoso maestro de teatro, le estaba poniendo un ejercicio de improvisación a un joven actor.
—Estás en tu departamento —le indicó—. Llega alguien y te entrega un telegrama proveniente de tu aldea en el cual se te avisa que tu madre ha muerto. Quiero ver cómo actúas en un caso así.
Otro actor entró en escena y le entregó un telegrama al estudiante. Lo leyó el muchacho y perdió la mirada en el vacío, inmóvil, silencioso, con rostro inexpresivo.
—¡¿Qué te pasa?! —le gritó don Constantino, exasperado—. ¿Así reaccionas ante la noticia de la muerte de tu madre? ¿Quedándote callado y mudo? ¡Grita, por Dios! ¡Tírate al suelo, gime, desgárrate en sollozos!
El actor que le había entregado el telegrama a su compañero levantó el papel y lo leyó.
—¡Caramba, maestro! —le dijo con admiración al profesor de teatro—. ¿Cómo supo usted que la madre de Serguei había muerto? ¡Apenas le acaba de llegar el telegrama con la noticia!
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…En algunos países de Europa Oriental la crisis económica ha obligado a muchas jóvenes a dedicarse a la prostitución…”
Con esa crisis que citas,
con tan grave recesión
muchas de esas chicas son
todavía señoritas.