Ciudad del Vaticano, 1 jun (EFE).- Como aquellos afortunados nobles y artistas a los que el pontífice invitaba para que pudieran disfrutar de sus colecciones privadas, así se sentirá el visitante en unos impresionantemente vacíos, y por ello aún más fascinantes, Museos Vaticanos, que a pesar de la falta de turistas apuestan por una apertura que se convertirá en una experiencia única.
A las 10 de la mañana de hoy ya una larga fila de personas esperaba su turno para entrar, sobre todo romanos, estudiantes y muchas familias atraídos por la posibilidad de ver los museos sin muchedumbres después de 80 días de cierre por la pandemia.
La directora de los Museos Vaticanos, Barbara Jatta, salía a la puerta a saludar a los visitantes con un radiante: «Benvenuti» y muy contenta porque sólo hoy ya ha habido 1.600 reservas y «es un día de fiesta» para todos.
A pesar de la falta de turistas, Jatta no ha dudado en decidir reabrirlos para ofrecer una nueva experiencia y que los puedan disfrutar finalmente los romanos, sin filas y casi en solitario. Algo excepcional.
Mario, romano de 60 años, es uno de los primeros que entrará junto con su esposa a los Museos Vaticanos, que nunca los había visitado. «Siempre habíamos dicho que vendríamos. Ya iremos, decíamos, pero luego nunca lo hemos hecho. Ahora hemos visto la oportunidad de visitarlos sin casi gente», explica.
MASCARILLA OBLIGATORIA Y RESERVA
Con mascarilla obligatoria, control de temperatura y desinfección de las manos con gel realizado especialmente por la farmacia vaticana, se comienza el recorrido por las galerías donde en algunos momentos nos podremos encontrar incluso solos.
Es necesario reservar antes, ya que no se permitirá la venta de entradas en el Museo, pero todo ello sin pagar ningún sobreprecio.
El cierre de los Museos Vaticanos, uno de los más visitadoS del mundo con cerca 30.000 visitas diarias, ha supuesto un duro golpe económico para el Estado pontificio ya que es su principal fuente de ingresos y cada año aporta cerca de 100 millones a las arcas vaticanas.
En estos casi tres meses de cierre, sus cerca de mil trabajadores se han quedado en casa, aunque se han mantenido las labores de restauración e incluso gracias a la ausencia de visitantes se ha podido realizar una serie de reestructuraciones en sus salas.
Jatta explica que por el momento no existe aún un número máximo de visitantes previsto, ya que sin turistas nadie sabe cuantas personas lo visitaran, pero está muy contenta por la respuesta que se está ya viendo.
«Espero que muchas personas se animen para visitar estas colecciones universales y quizá de una manera mas tranquila, con una calma antigua, y esperando que poco a poco se vuelva a la normalidad», afirma la directora.
Además se podrá disfrutar de los eventos dedicados a Rafael en el 500 aniversario de su muerte, con un horario aún más alargado hasta las 18.30 entre semana y de incluso una tarde de aperitivo en el patio de la Piña los viernes y los sábados.
Una manera -explica Jatta- de atraer a los romanos y a las familias que nunca se habían animado a pasar por los Museos y en espera de que se abra la movilidad con el resto de regiones o la esperada llegada de turistas, que será posible ya desde el 3 de junio para los países de la Unión Europea y del 17 de junio al resto de naciones.
DISFRUTAR DE LAS MARAVILLAS DEL ARTE CASI EN SOLITARIO
Evitar la marea humana que cada día se concentraba a la entrada y en kilométricas filas será ahora posible y se podrá disfrutar casi en solitario de grupos escultóricos como el del Laocoonte y sus hijos rodeados de serpientes.
Y conocer la historia de su descubrimiento en el Monte Esquilino y como el papa Julio II (1503-1513) la compró de inmediato para el patio octogonal de las estatuas, convirtiéndola en el punto de inicio de toda la colección.
Mas adelante se podrá apreciar el «Torso de Belvedere», otra de las obras claves de las colecciones papales y que el mismo Miguel Angel se negó a completar a pesar de que se lo pidió el papa, pero en la que se inspiró para pintar su Cristo juez en el Juicio Final.
Un recorrido entre la belleza que llega a la Capilla Sixtina, donde nadie nos mandará callar por los altavoces y se podrá disfrutar casi en absoluto silencio de los frescos de Miguel Ángel y de Sandro Botticelli, Pietro Perugino, Pinturicchio o Domenico Ghirlandaio.
Y descubrir en un lado del altar una anónima puerta que accede al llamado «cuarto de las lágrimas», donde el papa recién elegido en el cónclave entra para quitarse la sotana roja de cardenal y vestir, por primera vez, la blanca de pontífice.
En cerca tres horas se podrá recorrer los cerca de seis kilómetros de galerías, como la de los Candelabros, la de los Tapices, de casi cien metros de longitud, y después la de las Cartas Geográficas, de 130 metros, que parecerán aún más extensas sin la multitud.
DESCUBRIR LA ULTIMA OBRA DE RAFAEL
Los agraciados que visiten en estos días los Museos Vaticanos podrán ver cómo ha quedado tras la restauración que ha durado más de cinco años la Sala de Constantino, la mayor de las estancias que diseñó Rafael, aunque su prematura muerte a los 37 años impidió que él la contemplara acabada.
La restauración de la Sala de Constantino comenzó en 2014 con el objetivo de poder reabrirla al publico en el quinto centenario de la muerte del artista, pero como explica Jatta, nadie podía imaginar que el 7 de marzo se cerraría el museo sin inaugurarla.
Hasta hace pocos días se trabajaba en los últimos retoques del fresco que representa la batalla de Constantino, el primer emperador católico, contra las tropas de Majencio en la zona de Puente Milvio, en Roma, y aquí los visitantes podrán disfrutar del último descubrimiento: Los dos últimos frescos realizados por Rafael antes de morir.
Durante la pandemia, mientras continuaban las obras de restauración, se descubrió que las dos alegorías a ambos lados del espectacular fresco de la batalla, que representan la «Iustitia» y «Comitas», habían sido pintadas en óleo por la mano del divino Rafael.
También se podrá disfrutar de la nueva iluminación de la sala de los tapices que diseñó el genio de Urbino para la Sixtina y que hacen destacar aún más los detalles de los valiosos tejidos.
Por Cristina Cabrejas