Viena, 3 jun (EFE).- La Filarmónica de Viena, dirigida por un «conmovido» Daniel Barenboim, vuelve este viernes a dar un concierto con público después del parón más largo de su historia debido a la pandemia de coronavirus.
La velada musical -con la Quinta Sinfonía de Beethoven y el concierto para piano y orquesta KV 595 de Mozart con Barenboim como solista- se celebra en la Sala Dorada de la Musikverein, donde cada año se celebra el Concierto de Año Nuevo.
AFORO DE CIEN PERSONAS
Solo 100 personas -en una sala capaz de albergar a unas 2.000- tendrán el privilegio de escuchar el concierto debido a las limitaciones de aforo impuestas por las autoridades sanitarias para evitar posibles contagios.
Todos los músicos se han sometido a pruebas para asegurarse de que ninguno de ellos tiene la COVID-19. Los filarmónicos no actuarán con mascarilla aunque mantendrán una distancia de prevención.
Daniel Froschauer, presidente de la Filarmónica, dijo hoy a la prensa después del primer ensayo de la orquesta en tres meses que era una fecha muy especial y que se esforzarán para que el concierto del viernes sea «increíblemente especial».
PRIMER CONCIERTO EN TRES MESES
«Para nosotros es una fecha muy especial, ya que en ningún momento de la historia la Filarmónica de Viena ha estado tres meses sin actuar», explicó el violinista.
Froschauer confesó que estuvo «a punto de llorar de alegría» cuando acudió a recibir a Barenboim al aeropuerto por la emoción del próximo concierto.
«Una parte tan importante de mi vida está volviendo a florecer», resumió el jefe de los filarmónicos la alegría de reencontrarse con el público y los demás músicos.
El maestro argentino-israelí también confesó haberse sentido conmovido en el ensayo por el caluroso recibimiento que le brindó la Filarmónica.
«Me han recibido con mucho cariño y me emocionó mucho», explicó Barenboim a Efe.
«La música debe tocarse en vivo y escucharse en vivo, por eso estoy tan feliz y orgullo de poder participar», aseguró.
«Como ha pasado tanto tiempo ahora sin música en vivo, la gente se acostumbra a la idea de que verla por televisión o en internet es suficiente, y no lo es. La música es algo que debe ejecutar y oirse en vivo», abundó.
El Gobierno austríaco ha permitido que este mes las salas de concierto retomen la actividad con un aforo de cien personas, que en julio puede ampliarse a 250 si no se detectan rebrotes.
En agosto, si no hay sorpresas podría darse conciertos con 500 personas y, en circunstancias excepciones y presentando un programa de seguridad especial, hasta 1.000.
LAS SALAS REABREN
Además de la Musikverein, la música clásica también volverá este viernes a la Konzerthaus y a partir de la semana que viene la prestigiosa Ópera de Viena volverá a levantar el telón.
La Musikverein, que este año cumple 150 años, ha preparado un programa reducido para el mes de junio en el que destacan también concierto de los directores Riccardo Muti y Philippe Jordan.
EXPERIMENTO MÉDICO
La Filarmónica de Viena realizó en las pasadas semanas experimentos bajo supervisión médica para valorar si la actuación de una orquesta clásica puede conllevar riesgos de contagio para sus miembros o el público.
En estas pruebas se puso especial atención a los instrumentos de viento para medir la circulación del aire durante una actuación.
Para poder visualizar el movimiento del aire expulsado -que podría llevar microgotas con el virus- y su circulación en la sala, los músicos vieneses tocaron con una sonda colocada en la nariz.
Ese artefacto emitía un aerosol para poder visualizar en fotografías a contraluz el aire exhalado mientras tocaban sus instrumentos.
«Tuvimos discusiones sobre la distancia que debíamos guardar y nuestro médico nos dijo que se podría observar el alcance de la circulación del aire con estos aerosoles», expuso Froschauer.
«Queríamos hacer algo positivo que además ayudara a otras orquesta, y muchas seguirán lo que hagamos el viernes con el maestro Barenboim», agregó.
El experimento llegó a la conclusión de que en ningún caso los músicos de una orquesta expulsan aire a más de un metro de distancia.
En el caso de los instrumentos de cuerda (por ejemplo, el violín o el chelo) el aire expulsado forma una pequeña nube que se mantiene siempre estable, mientras que con los instrumentos de viento (como la trompa o la flauta) se movía algo más.
La gran excepción era la flauta travesera, de la que sale una intensa nube de aire -visible gracias al aerosol- con un alcance de hasta 75 centímetros.