México, 5 jun (EFE).- Alondra llora. Inconsolable mueve su pequeño cuerpo buscando quizá a su madre. Pero no está. Alondra está obligada, apenas con unos días de nacida, a estar dentro de una incubadora al ser una bebé sospechosa de estar contagiada de coronavirus.
Ella es una de los cinco bebés prematuros que se encuentran aislados en el área COVID-19 del Hospital materno perinatal Mónica Pretelini Sánchez, en Toluca, en el céntrico Estado de México, por tener problemas respiratorios asociados a probable coronavirus.
Si la prueba que le realizaron a Alondra es positiva, se sumaría a otros dos bebés confirmados recientemente con el virus en este centro médico, por lo que deberá permanecer aquí por lo menos dos semanas más.
Solo podrá ver a su mamá, virtualmente, como hasta ahora. «Es muy triste», asegura a Efe Mayela, una de las enfermeras del área COVID-19 de neonatología del hospital, quien durante más de ocho horas de turno se ocupa de los pequeños que están en las incubadoras.
Este nosocomio ha abierto sus puertas a Efe para mostrar su trabajo, donde tienen un área de «14 cuneros para bebés que son hijos de casos sospechosos o positivos de COVID-19 y otros 14 para los que no tienen problemas respiratorios», cuenta el doctor José Anaya Herrera, director del hospital.
El silencio que reina en este espacio es solo roto por el llanto de Alondra. Pero regresa cuando la pequeña, de apenas 1,5 kilogramos, devora la leche de una jeringa.
Uno de sus vecinos, en cambio, tiene que alimentarse a través de una sonda, ya que debido a su problema respiratorio se mantiene con unos pequeños tubos de oxígeno que le ayuda a oxigenarse.
FOMENTAR LA LACTANCIA
Estar contagiada por COVID-19 en este hospital no es un impedimento para las madres de estar cerca de sus bebés, a menos que, como Alondra, tengan graves problemas respiratorios.
«Estamos favoreciendo el alojamiento conjunto y la lactancia materna exclusiva, sabemos que la lactancia sigue siendo el mejor alimento que puede recibir un bebé», indica Anaya Herrera.
Asegura que han tenido ya dos casos de bebés con mamás positivas por COVID-19 que han sido amamantados y tras la prueba «no han desarrollado el virus.
«La lactancia materna sigue haciendo su función», remarcó.
No obstante, si el bebé nace menor a las 37 semanas es necesario que vaya al área de cuidados intensivos y, si además su madre es sospechosa o ha desarrollado coronavirus, debe ser aislado en el área COVID-19.
En esa área, trabajan seis enfermeras por turno, entre ellas Mayela, quienes se encargan de alimentar a los bebés con la leche materna ya sea de la propia madre o del banco de leche del hospital.
El cuidado que les dan a los bebés es preciso, cuidadoso, pero sobre todo cariñoso. «Porque lucen tan frágiles, dan mucha ternura», reconoce la enfermera, quien dice que pese al miedo de ser contagiada, se dedica a esto porque le gusta, aunque lo más complicado es pensar que los bebés están contagiados.
Mayela lleva 11 años trabajando en el nosocomio y, asegura, nunca había pasado por algo así pese a que le tocó vivir la pandemia por influenza AH1N1 en 2009.
México suma hasta ahora más de 105.000 casos y 12.545 muertes, y el pasado miércoles registró el mayor número de fallecidos -1.092- en un solo día.
Por eso Mayela, casi en secreto, reconoce que a diferencia de lo que habían dicho en un principio las autoridades respecto a que el pico máximo de contagios se daría entre el 8 y el 10 de mayo, «nosotros estamos viendo que apenas estamos en la etapa más grave».
Calcula que en las últimas dos semanas, los casos que han llegado se han incrementado entre un 20 y un 30 %.
«Vivimos con miedo», afirma, luego de colocar los electrodos en el pecho a Alondra para monitorear sus signos vitales.
CUIDADOS EXTREMOS
Anaya Herrera comenta que, en los tres meses que lleva la pandemia en México, en este hospital se han atendido a 48 pacientes con coronavirus, 34 han sido mujeres y 14 bebés, 10 de ellos nacidos en el hospital mientras que los otros cuatro fueron referidos a otras unidades.
Además, se ha dividido el área quirúrgica en dos salas destinadas para pacientes sospechosas o diagnosticadas y tres para las que no tienen problemas.
Aclara que cuando llega una paciente embarazada al área de urgencias se activa un protocolo que sirve para determinar si la paciente es sospechosa de coronavirus, y así saber si deben tratarla en el área COVID.
«Al ver a una paciente sospechosa el personal activa el código lila de alerta y con eso informa al resto del equipo que se tiene que colocar equipo de protección especializado», afirma Anaya Herrera.
Por todo lo demás, el protocolo en el parto es el mismo que antes de la pandemia.
Hasta ahora, dice, no ha habido contagios en el personal. Y al menos las medidas que tienen en el área de cuidados intensivos neonatales son extremas.
Nadie entra sin seguir los protocolos: lavados intensivos de manos y cuidados en la colocación de guantes, cubrebocas, goggles (gafas protectoras), batas y guantes de nuevo.
Nadie sale tampoco sin pasar por el mismo proceso, doblemente estricto y con lavado de manos intermedio entre cada paso.
Sin embargo, aquí en medio del olor a alcohol y cloro, también se respira esperanza. La esperanza de que estos bebés salgan pronto, y, ojalá, libres de coronavirus. «Sería una gran satisfacción», dice Mayela, mientras acuesta a Alondra en una cunita que todavía le luce inmensa.
Ahora Alondra duerme. No hagan ruido.