Con Loret en la mira, valdría la pena hacer un ejercicio muy del gusto del periodista yucateco, que suele imaginar la reacción que tendrían AMLO y los suyos ante alguno de los hechos que ya se nos hacen comunes y corrientes en este sexenio, pues lo cierto es que existe un claro giro de 180 grados entre la posición del Presidente respecto a la que mostraba cuando era el azote de los gobernantes desde la oposición, de ahí que sea ya un lugar común que cada vez que ocurre un escándalo de corrupción en este gobierno, se diga que se extraña a aquel agudo crítico que fue el tabasqueño antes de llegar a la Presidencia.
Ya pasó con el asunto de Bartlett, donde la Secretaría de la Función Pública hizo piruetas casi imposibles de ejecutar para deslindar al titular de la CFE de sus propiedades inmobiliarias o los negocios familiares, y pasa ahora en que una investigación de Carlos Loret, donde demostró que la titular de la FP acumuló, sin tener ingresos para ello, seis propiedades en nueve años.
Los miembros más conspicuos de la llamada 4T, que se parece cada vez más al régimen que tuvimos en este país antes de la transición, salieron a la arena pública a avalar la integridad de Irma Eréndira Sandoval, en tanto que la funcionaria señalada habló del periodista, que cometió el pecado de hacer su trabajo, de ‘sicario mediático’, y su esposo, el académico y apologista mayor, si cabe, del régimen amenazó al informador con acciones judiciales, no entendiendo que en su calidad de funcionaria pública debe clarificar el origen que integran su patrimonio.
Ante las amenazas nada veladas contra Loret, la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos intervino para mostrar de nuevo la preocupación de estos órganos que velan por la libertad de expresión en el continente del incremento de los ataques que desde el poder se lanzan a cualquiera que se atreva a señalar presuntos actos de corrupción de sus miembros, a los que ya se ha señalado como enemigos.
Dando por hecho que en ellos se aplica la cita paulista de que ‘todo es puro para los puros’ y lo que antes era corrupción ya no lo es más cuando vivimos tiempos de supuesta renovación de las costumbres públicas, hagamos un ejercicio sobre cuál sería la posición de AMLO si en los sexenios pasados algún funcionario de los equipos presidenciales fuera señalado por recibir casas ‘en donación’, lo que recuerda el alud de críticas que se lanzaron contra Peña Nieto con aquel asunto de la Casa Blanca, que en su día en Los Pinos consideraron no ilegal ‘pero cuestionable desde el punto de vista de la moral pública’.
Lo más interesante de todo es que tras los amagos de Ackerman y los insultos de Sandoval no existe ninguna negativa de que la pareja recibió propiedades inmobiliarias que eran inalcanzables para ellos con sus sueldos de académicos, y la única explicación que han ofrecido es que se trataron de ‘donativos familiares’, sin intentar siquiera desmentir la acusación del reportaje que causó el alud de críticas, por lo que no es difícil imaginar qué haría el mandatario si en lugar de Sandoval, el señalado fuera algún miembro de los gabinetes de administraciones del pasado.