Brasilia, 20 may (EFE).- América Latina se convierte en uno de los focos globales de la pandemia del COVID-19 sin que los países de la región articulen una posición conjunta frente al virus y con sus mecanismos de integración desmantelados o virtualmente inoperantes.
«Es un hecho absolutamente claro que nunca había sido tan necesaria la integración de la región, y nunca habíamos estado tan desintegrados como ahora», dijo a Efe en una entrevista telématica el expresidente colombiano Ernesto Samper, último secretario general de la casi extinta Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
Esas siglas, con otras nacidas a fines del Siglo XX y otras que proliferaron en los albores del XXI, conformaron una espesa sopa de letras de la integración latinoamericana, plagada de organismos que a veces se superponían y que hoy, frente a la peor crisis sanitaria regional, ya no existen o son incapaces de ensayar una respuesta.
La Unasur fue sustituida en parte por Prosur, un nuevo mecanismo propuesto el año pasado por el presidente chileno, Sebastián Piñera, uno de los líderes conservadores surgidos en los últimos años en una región que también le ha dado la espalda, en forma casi mayoritaria, a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac).
«La integración no pasa por su mejor momento, porque hay, en principio, una contradicción entre dos concepciones de lo que debe ser la integración», impuesta de algún modo por la «restauración conservadora» de los últimos cinco años, consideró Samper.
Una de ellas es «la concepción neoliberal, que es la integración simplemente como acuerdos de libre comercio» y prima hoy, en tanto la segunda «es un tema mucho más complejo», que pasa por lo social y por otros asuntos, como la «construcción de infraestructuras, redes científicas, conectividad o movilidad ciudadana», indicó.
EL DIFÍCIL ACCESO AL MERCADO SANITARIO
En el actual escenario, uno de los grandes problemas de América Latina es acceder al mercado global de equipamientos médicos para el combate a la pandemia, controlado en cerca del 90 % por China.
En los últimos meses, algunos países de la región, como Ecuador o Brasil, han visto como operaciones de compras ya cerradas de equipos eran «desviadas» hacia Estados Unidos u otras naciones desarrolladas que a último momento pagaron más por respiradores o mascarillas.
En ese marco, Samper citó casi a modo de lamento el Instituto de Gobierno en Salud creado por la Unasur, hoy inoperante pero que tuvo «una experiencia muy valiosa» en las compras conjuntas de productos farmacéuticos, equipos médicos y, en particular, de vacunas. «Esas experiencias podrían haber sido muy valiosas en este momento», dijo.
BRASIL, UNA PREOCUPACIÓN ESPECIAL
Ese instituto tenía sede en Río de Janeiro, una de las ciudades más afectadas por la pandemia de coronavirus, que se ha cebado muy en especial con Brasil, que con sus 210.000 millones de habitantes ya cuenta casi 18.000 muertos.
Es también el tercer país más afectado en el mundo, con cerca de 260.000 casos, por detrás de Estados Unidos (cerca de 1,5 millones) y Rusia, que se aproxima a los 300.000.
Brasil fue uno de los motores de la integración regional durante décadas, pero actualmente, con el ultraderechista Jair Bolsonaro en el poder, está mucho más alineado con el Estados Unidos de Donald Trump que con sus vecinos suramericanos.
Según Samper, «el caso de Brasil es muy preocupante», pues de alguna manera la superación de la pandemia en Suramérica dependerá de que cada país de la región haga sus propios deberes en casa, un asunto en el que se jugará también la recuperación económica.
«La pandemia deja a las economías como los hornos siderúrgicos, que una vez que se apagan demoran para retomar su ritmo», indicó, al vaticinar que la normalización del flujo comercial y de servicios en la región puede llevar en torno a un año.
FINANCIACIÓN SOLIDARIA PARA LA RECUPERACIÓN
En ese cuadro enmarcó «las dificultades que se están presentando para comenzar a financiar los efectos devastadores de la pandemia sobre la economía», pues no se percibe que haya «voluntad» en los organismos multilaterales para conceder créditos «realmente solidarios», dijo.
Samper calculó que América Latina «necesita recursos equivalentes al 10 o 12 % de su PIB», pues con los propios no puede financiar «ni siquiera la mitad de esa cifra».
En su opinión, esta crisis sanitaria deja algunas «lecciones por aprender».
Entre ellas, que «no se puede prescindir del Estado», que debe «tener el protagonismo para manejar este tipo de crisis globales» y «reconsiderar los modelos económicos», para darles orientaciones más sociales.
También, que se impone superar «el dilema entre la supervivencia y la convivencia en que están metidos los países y muchas personas», para apostar más en la «solidaridad» en los ámbitos internacionales e incluso nacionales.
«Si hubiéramos hecho la tarea en términos de inversiones en salud en vez de comprar armas», indicó a modo de ejemplo, «seguramente no estaríamos viendo este colapso médico» en muchos de los países de la región.
Eduardo Davis