México, 21 may (EFE).- Casa Frida es un refugio temporal para personas como Karime Guzmán, una chica trans que refleja la realidad que afrontan las minorías sexuales durante la pandemia en México, país en el que casi tres de cada 10 personas LGBT se ven forzadas a dejar su hogar.
«Yo perdí por la pandemia mi trabajo, y yo ya tenía bastante tiempo arrastrando problemas con mi familia, entonces, después es su decisión, deciden correrme de casa y por eso estoy aquí», cuenta este jueves Karime en entrevista con Efe.
El caso de la joven no es inusual en México, donde 28 % de las personas de la comunidad lésbico, gay, bisexual y trans (LGBT) deben abandonar su casa antes de ser mayores de edad, reportó esta semana el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).
Cerca de la mitad de las personas LGBT afirman que se les ha negado un empleo y que han tenido problemas en la atención médica, según la Encuesta sobre Discriminación por Motivos de Orientación Sexual e Identidad de Género (Endosig).
UN HOGAR TEMPORAL
Esta problemática se agudiza en la fase más crítica del brote de COVID-19 en México, que acumula 56.594 casos y 6.090 fallecidos confirmados por la enfermedad.
Por ello, aunque en el país existen otros albergues para la diversidad sexual, Casa Frida surge justo para enfrentar la actual crisis del coronavirus.
«Nace a partir de la necesidad de que el Estado y la sociedad en sí se han olvidado de los sectores más vulnerables», expone Tamara Núñez, voluntaria del Centro de Investigación, Diversidad e Incidencia (CIDI).
Casa Frida, en el barrio de San Pedro de los Pinos del centro-poniente de Ciudad de México, es una colaboración de CIDI, Diversidad 360, Ahora, la diputada federal sin partido Lucía Riojas, y la Red Mexicana de Jóvenes y Adolescentes Positivos (RED J+MEX).
Su nombre proviene de la víctima de un transfeminicidio que ocurrió el año pasado, un recuerdo de que en México cada tercer día asesinan a una persona LGBT, como ha documentado la organización Letra S.
Además, Núñez señala que las personas con VIH y las mujeres trans son vulnerables en la crisis porque se han quedado sin ingresos y sin acceso a servicios médicos.
«Esto pocas veces lo ve el Estado y la sociedad, es muy poco visible porque son poblaciones que siempre han sido discriminadas y relegadas de la sociedad, por lo tanto creemos que había que darle empeño a este tipo de iniciativas», dice.
CASA INCLUYENTE
Dentro de los residentes en este refugió que abrió hace una semana, también hay migrantes varados en el tránsito.
«No he podido trabajar, no he podido buscar ningún empleo por la misma contingencia y se me ha complicado bastante», relata Cristhian Morales, un joven homosexual que lleva seis meses en México tras dejar su natal Honduras.
Aunque la pandemia ha causado una reducción de 85 % en las solicitudes de asilo en México, también ha complicado el tránsito migratorio por el cierre de fronteras, según el Alto Comisionado de Naciones Unidas Para los Refugiados (Acnur).
Además, ante la crisis, el Gobierno mexicano ha asegurado que solo quedan 106 migrantes en los 65 albergues y estaciones del Instituto Nacional de Migración (INM).
«Hay muchas personas migrantes, como yo, que están afuera, no tienen un techo, no tienen dónde dormir ni comer, hay muchas personas que no tienen eso, y esto es una gran obra», cuenta Cristhian.
UN PROBLEMA LONGEVO
El confinamiento y la emergencia sanitaria solo han exacerbado los problemas que ya enfrentaba la comunidad LGBT, lamenta Francisco Mendiola, voluntario de (RED J+MEX).
«Ha sido algo que venimos cargando desde hace mucho tiempo, que ahora, con esta pandemia de COVID-19, ha incrementado un poco la violencia a las personas miembros de la comunidad, como violencia en casa, en el trabajo, el acoso», describe.
Por ello, Casa Frida solicita apoyos, como comida, prendas de vestir, ropa interior, artículos de limpieza, o incluso depósitos bancarios.
Pero, a pesar del miedo al contagio, lo que más temen estas personas es quedarse sin un hogar.
«A todos los que estamos aquí nos preocupa no tener un lugar donde dormir y ni siquiera una familia», concluye Karime.