Madrid, 20 abr (EFE).- Como un mero «hilo conductor», Alejandro Sanz se ha propuesto ayudar a escribir «el mejor cuaderno de la cuarentena» gracias a un documental con testimonios anónimos del encierro, un relato ajeno a «intereses particulares» como los que llevaron a llamar «titiriteros» a representantes de la cultura.
«No me merece ni la pena entrar en ese rifirrafe tan absurdo, estoy en otras. Quien pretenda sacar rédito de esto lo pagará. No hay nada peor que intentarlo cuando la sociedad está mala», afirma el músico español en una charla con Efe, más ocupado en aportar que en restar.
Su último proyecto responde al título de «El mundo fuera, la película» y pretende armarlo con la ayuda de los vídeos sobre las experiencias personales del confinamiento que se suban a la web oficial de esta iniciativa hasta el próximo 27 de abril.
«Es la forma perfecta para contar lo que está pasando. La historia la escribe siempre gente con intereses determinados y eso distorsiona. Lo correcto es darle voz a quien es protagonista de ello», considera, antes de destacar cómo los ciudadanos han sacado a los balcones no solo su agradecimiento, también su «ingenio».
Aunque Sanz (Madrid, 1968) considera que el ser humano tiene «una memoria frágil que no aprende ni en situaciones complicadas», se fuerza a pensar «que sí», que toda esta crisis servirá para «replantearnos» el mundo.
«Si algo bueno podemos sacar de esta cosa horrible con tantos muertos es ver cómo nos solidarizamos unos con otros y cómo somos de parecidos, que en el sufrimiento nos unimos, pese a que haya gente con intereses muy particulares que no se unen a la causa», observa.
También apunta a «cómo el planeta se ha recuperado en tan poco tiempo» desde el punto de vista medioambiental, lo que le lleva a plantear si no convendría que, «a partir de ahora hubiese unas semanas cada cierto tiempo en que todos tuviésemos que parar».
«Hay un punto en el confinamiento en el que descubres que puedes callar tus aparatitos tecnológicos y mirar para dentro. Yo lo he hecho y he aprendido que prestaba demasiada atención a cosas sin importancia; lo más sencillo es lo que te da más riqueza», destaca el artista.
Él fue uno de los primeros en intentar aliviar las horas de confinamiento con «#LaGiraSeQuedaEnCasa, un concierto por «streaming» junto a Juanes que ya han visto millones de personas en todo el mundo, una iniciativa a la que siguió la canción «ElMundoFuera (improvisación)».
«No creo que la gente tome esto como que la cultura es gratis, sino que se le da más valor. Yo lo hice con la mejor intención y creo que ha sido la de todo el mundo. No creo ni que nadie se haya parado a pensar si estábamos regalando nuestro trabajo», reflexiona sobre un tipo de actuaciones que se han multiplicado en las últimas semanas.
En ese sentido, la conversación vuelve a girar sobre lo necesaria que se ha convertido la cultura en estos días.
«Y también los artistas nos hemos dado cuenta de lo importante que es estar al lado de la gente y no estar encerrados en nuestro mundo, entregándonos premios unos a otros y ese tipo de cosas, sino acercándonos más en una especie de tándem. Nos hemos olvidado de ser ‘artistas’ para aproximarnos con nuestra obra de una manera más humana, sin tanta parafernalia», añade.
Fundamental en el desarrollo de su trabajo es la libertad de expresión, que se ha vuelto a poner sobre la mesa a propósito de una pregunta del CIS: «¿Cree usted que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por las redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener libertad total para la difusión de noticias e informaciones?».
«Yo me he quitado un poco de los medios, porque no todo lo que se dice es exacto o verdad. Eso ha ocurrido toda la vida, así que ¿hasta qué punto la desinformación puede ser regulada? Si hay cosas que son mentira y son peligrosas, no sé si es mejor cortarlas a capón, pero sí por lo menos denunciarlas. En cualquier caso, siempre es peligroso el control de lo que se dice», opina.
Javier Herrero.