México, 27 abr (EFE).- Hay quien dice que Andrés Manuel López Obrador es como Dr. Jekyll y Mr. Hyde porque tiene una gran habilidad para la contradicción. Su plan económico contra el COVID-19 parece ejemplificarlo: Proclama el fin del neoliberalismo pero aplica un severo plan de austeridad para no endeudar a México.
Según la teoría más ortodoxa, la izquierda busca una mayor participación del Estado en la economía con medidas contracíclicas, es decir, ahorrar en tiempos de bonanza y gastar en tiempos de crisis.
John Maynard Keynes teorizó que durante una recesión el Gobierno debe bajar los impuestos para impulsar el consumo de las familias y aumentar el gasto público con obras que generan empleos.
Pero recaudar menos y gastar más conlleva inevitablemente endeudar el país, la gran pesadilla del presidente mexicano.
ENTRE LA AUSTERIDAD Y EL AUSTERICIDIO
El plan de López Obrador para afrontar la crisis que se avecina, con una histórica caída del PIB mexicano de alrededor del 6,5 %, según organismos internacionales, ha sido muy criticado.
Busca profundizar su plan de austeridad, el cual no ayudó a la débil economía el año pasado. En 2019, el PIB se contrajo un 0,1 %, cuando al coronavirus, que lleva 1.300 muertos en el país, ni se lo veía ni se lo esperaba.
El nuevo recorte del gasto gubernamental anunciado para ahorrar 23.000 millones de dólares podría empeorar la situación porque en tiempos de confinamiento, el único que gasta y mueve la economía es el gobierno.
«Estamos en una caída de la demanda agregada brutal porque no se puede exportar, consumir ni invertir, y el Gobierno sigue esta postura de mantener el gasto. Es totalmente imposible», dijo a Efe Marcelo Delajara, economista del Centro de Estudios Espinosa Yglesias.
Para muchos, ahora es el momento de invertir en nuevos proyectos de infraestructura, pero López Obrador se ha limitado a mantener las obras ya existentes.
Entre ellas, una nueva refinería cuya idoneidad parece poca en tiempos de caída de precios del crudo.
Por eso sorprende que el mandatario mexicano comparara su plan con el New Deal impulsado por Franklin D. Roosevelt en Estados Unidos en los años 1930.
«Toma como bandera a Roosevelt pero lo que hace es justo, justo, justo lo contrario. Es muy extraño», comentó Héctor Villarreal, experto en finanzas públicas del Tecnológico de Monterrey.
LA EXPERIENCIA DE MÉXICO Y LA DEUDA
Su plan se olvida de la economía formal. Extenderá pensiones para adultos mayores, que no forman parte de la población en riesgo de perder el empleo. Y repartirá 3 millones de créditos de 1.000 dólares a pequeñas y medianas empresas. Pero son créditos, no regalos.
Ni rastro de los incentivos fiscales que piden las empresas y queda descartado aceptar la línea de crédito de 61.000 millones de dólares del FMI de la que dispone México.
Estas medidas aumentarían la meta de endeudamiento del país, que es del 53 % del PIB para 2020. Algo que López Obrador no se plantea modificar aunque tenga margen de maniobra (la deuda de EE.UU. podría superar el 130 % en esta crisis).
«En teoría es un gobierno de izquierda pero toma una posición muy fundamentalista en cuanto a las balanzas fiscales porque tiene una confusión ideológica. Cree que la deuda sirve para rescatar a los grandes capitales», explicó Villarreal.
El presidente ha explicado que pretende «demostrar que hay otra forma de enfrentar la crisis» diferenciándose de su gran enemigo, el neoliberalismo.
Aunque parezca contradictorio, el mandatario asocia neoliberalismo con endeudamiento, porque anteriores gobiernos conservadores usaron deuda pública para rescatar a empresas con mecanismos financieros que resultaron fallidos.
No le falta parte de razón. Delajara confirmó que, aunque los gobiernos de derechas suelen pregonar un «gobierno chico», en países como México «las élites capturaron el gobierno y se endeudaron brutalmente».
Pero para los analistas, esta obstinación por desviarse del neoliberalismo lleva al mandatario a tomar decisiones equivocadas. «A veces le atina y otras no», opinó el economista.
GRIETAS EN EL GOBIERNO
En el culebrón económico del coronavirus hay un convidado de piedra. El secretario de Hacienda, Arturo Herrera.
Aunque parezca una eternidad, no hace tanto desde que llegó el virus. Por aquel entonces, Herrera defendía a diario las políticas contracíclicas, pero ahora casi no hay rastro de él.
«La Secretaría de Hacienda ha sido siempre el lugar central del gobierno. Allí estaba la mano derecha del presidente. Esto ya no es así», explicó Delajara.
Al parecer, se repite la misma historia de hace un año, cuando el entonces responsable de Hacienda, Carlos Urzúa, abandonó el Gobierno acusando al presidente de tomar decisiones económicas sin consultarle.
Ahora Urzúa pide al Gobierno mayor gasto público. Para López Obrador es un neoliberal.
«Herrera es un buen técnico. Quiere aplicar sus propuestas de keynesianismo básico pero el presidente lo tiene muy marginado», opinó Villarreal, quien criticó que en México la gestión sanitaria esté en manos de técnicos pero no la económica.
Frente a esto, el Banco de México apareció al rescate de Keynes. La semana pasada bajó las tasas de interés hasta el 6 % para fomentar las inversiones e inyectó más de 30.000 millones de dólares al sistema financiero.
Este lunes, López Obrador reprendió al banco central y pidió tener «mucho cuidado» con el uso de los recursos porque «son de la nación».