México, 1 mar (EFE).- Los mexicanos afrontan los primeros casos de coronavirus con el recuerdo de la pandemia que los sacudió hace una década, cuando la influenza AH1N1 causó en el país más de 8.000 muertes en 2009, casi la mitad de las 18.337 registradas en todo el mundo.
La sensación de que el Gobierno no aprendió las lecciones de esa crisis es palpable entre ciudadanos que esperan noticias de sus familiares atendidos en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), donde está hospitalizado el hombre de 35 años conocido como el primer caso de COVID-19 confirmado en el país.
«Yo digo que no es la (actuación) correcta. Ahorita al paciente que tienen aquí lo tienen aislado, pero entras y ahí adentro no usan cubrebocas los doctores ni las enfermeras, nada. No me da tranquilidad», expresa a Efe Anayeli Castillo, quien cree que «no han cambiado las cosas» desde la pandemia de la gripe AH1N1.
La mujer está preocupada porque su madre está internada desde hace dos meses en el INER, donde hay hermetismo sobre el caso del coronavirus y poca información al público, mientras comerciantes ambulantes aprovechan la incertidumbre para vender cubrebocas en la calle a cuatro pesos, unos 20 centavos de dólar.
En la fila externa de urgencias está Miguel Urbán, un hombre de la tercera edad que espera a su hermana mientras recuerda la crisis de la influenza que obligó a la gente a faltar a su trabajo y resguardarse en casa, una situación que él desea que no se repita.
«Esperamos que, teniendo cuidado, toda la ciudadanía de todo México, pienso que se puede evitar que haya mucho contagio. También nuestros gobernantes, que ellos trabajen por eso, para cuidar a la ciudadanía y a todo el pueblo», cuenta.
SIN EMERGENCIA
Las autoridades han confirmado cuatro casos de coronavirus desde el viernes, que están relacionados con viajes al norte de Italia.
Dos de ellos están en Ciudad de México, uno más en Sinaloa, al noroeste del país, y la paciente más reciente en Coahuila, al noreste.
No obstante, las autoridades federales insisten que no hay condiciones para declarar una emergencia al argumentar que el Gobierno está mejor preparado que en la crisis de la influenza porque ahora hay más información de la enfermedad.
«En 2009, AH1N1 fue considerada una emergencia epidemiológica. Hoy, el coronavirus 2019, no hemos considerado que cumpla las condiciones para ser considerada una emergencia», afirmó el subsecretario de Prevención y Promoción de Salud, Hugo López-Gatell, en una rueda de prensa en el Palacio Nacional este sábado.
Sin embargo, algunos ciudadanos muestran inquietud por lo que podría pasar si la enfermedad se extiende en el país, donde perciben fragilidad y carencias en el sistema de salud.
«Si es que se llegara a propagar más no siento que estamos preparados para lo que viene, puesto que en los hospitales hay falta de insumos, no hay educación. No siento que estemos preparados», comenta Susana Rosas, quien tiene a un familiar en el INER.
LO BÁSICO
Aunque Rosas es muy joven para recordar la crisis de la influenza, conoce las lecciones que dejó la pandemia y que aplican para afrontar al coronavirus: lavarse las manos, usar gel antibacterial con alcohol y evitar el contacto directo con otras personas, «cosas básicas» que «se supone deberían hacerse» de cualquier manera.
La influenza demostró la importancia de la prevención en 2009 porque, a pesar de comenzar en Estados Unidos, se volvió pandemia en México al ser un virus que mutó y que tenía una parte porcina, una aviar y otra humana.
Pese a que, por el momento, no existe aún vacuna disponible para el COVID-19, sí hay una para evitar complicaciones de AH1N1, que causó al menos 1.947 contagios en México desde el 29 de septiembre de 2019 al 15 de febrero pasado, según la Dirección General de Epidemiología (DGE).
Aun así, hay mexicanos, como Laurentino Solano, que expresan su exasperación con las autoridades sanitarias porque no pueden ver a sus familiares en el INER.
«Está descontrolado. Sinceramente que sí porque al que tiene su paciente no lo dejan pasar. Es un derecho que los policías dejen entrar porque una vez que uno ve a su paciente, a uno se le mueve el corazón que quiere ver», reflexiona.