México, 1 mar (EFE).- El 80 % de la población mexicana vive en las ciudades, según datos oficiales, una razón por la que en su capital emergen movimientos como los huertos urbanos para entrelazar el tejido metropolitano con la ecología y la agricultura.
«En los últimos ocho o nueve años ha crecido exponencialmente. Cada vez hay más iniciativas de huertos comunitarios, espacios que se están tomando por grupos de trabajo o por colectivos que están activando un cultivo de alimentos en azoteas, en patios, parques», explica a Efe Gabriela Vargas, directora de Huerto Tlatelolco.
Vargas, quien ahora gestiona este espacio al norte de la ciudad, lleva más de 20 años en esta actividad que ayuda a las personas a valorar «muchísimo más el trabajo de los campesinos que siembran y cultivan» para quienes viven entre asfalto.
«Los huertos urbanos lo que hacen es generar ese vínculo inmediato entre el campo y la ciudad y hacer consciente y presente que la agricultura es algo cotidiano», dice Piero Barandiarán, colaborador del Huerto Roma Verde, otro de los jardines de cultivo más importantes de la capital, situado en el barrio de la colonia Roma.
Barandiarán enfatiza el efecto de estas instalaciones en la gente que las visita o que colabora con ellas, ya que «el hecho de que sea un espacio abierto, sin un piso de concreto, que puedan ver ahí otro tipo de dinámicas biosociales siempre lleva a tener un impacto, sea pequeño o grande».
UN LUGAR PARA TODOS
La oferta de los huertos urbanos comunitarios de Ciudad de México es variada, según los niveles de conocimiento de las técnicas de labranza de quienes se acercan a ellos.
El agricultor del Huerto Roma Verde define a sus clientes y colaboradores como gente que «se preocupa por su ecosistema» y por incorporar el ambientalismo a su estilo de vida, ya sea «una familia, una persona, un grupo o cualquier vecino».
«Tenemos un voluntario de 12 o 13 años que es muy constante, pero también tenemos uno que lleva años viniendo del otro lado de la ciudad y tiene algo más de 70 años», destaca Vargas, del Huerto Tlatelolco, para ilustrar su variedad de colaboradores.
Pese al impacto generalizado, los más sorprendidos son los visitantes más pequeños, ya que ese entorno ecológico escapa de sus esquemas habituales.
«Hay niños que no solo con los animales, sino incluso con las zanahorias o las lechugas se sorprenden. No saben de dónde salen. Muchos niños piensan incluso que salen de los supermercados», relata Barandiarán.
DÉFICIT VERDE
Solo el 24 % de los habitantes en ciudades mexicanas, menos de uno de cada cuatro, cuenta con un área verde a menos de 500 metros de su lugar de residencia, según las últimas cifras de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) de México.
La transformación que los huertos urbanos provocan en los habitantes de las ciudades es palpable, coinciden los expertos, ya que ayuda a concienciar sobre el consumo de alimentos.
«Una de las cosas que pasan aquí es una transformación con la alimentación. Volver a conocer cómo crecen las plantas que nos alimentan, qué parte de la planta te comes, cómo se producen. Hay una serie de cambios que se generan a partir de que uno siembra su alimento», detalla Vargas.
La impulsora de la agricultura urbana sostiene que esa educación alimentaria «empodera y hace tomar mejores decisiones en cuanto a lo que la gente se está llevando a la boca».
La mujer también apunta que estos espacios ayudan a luchar contra la «emergencia de salud» que existe en el país.
«Están al alza todas las enfermedades relacionadas con la alimentación, como la diabetes, el cáncer o las enfermedades cardiovasculares», reflexiona.