Aguascalientes.- La comercialización de pescados y mariscos congelados puede prestarse al fraude contra las amas de casa que los adquieren, pues al menos 30% del producto es agua e incluso en algunos casos es más agua que producto, además que la calidad nutrimental es muy baja por el prolongado tiempo de conservación a temperaturas muy bajas en que se les tiene por los distribuidores.
De acuerdo a una investigación realizada por la Organización No Gubernamental Oceana, una buena parte de las diferentes variedades de alimentos del mar congelados que se venden tanto en expendios del ramo como en tiendas de autoservicio y en puestos de mercados, resulta ser simple agua congelada que impacta en el peso del producto al momento de la venta.
En no pocos de los casos el producto congelado merma demasiado al momento de prepararse, debido precisamente a que buena parte del mismo es agua, siendo ahí donde se estafa a los consumidores porque se les cobra casi lo mismo de agua que de alimento del mar.
Al agua congelada que se encuentra en los pescados y mariscos se le conoce como glaseado, que es el método de conservación para que la carne de pescado, camarón, pulpo y otras especies, mantenga su calidad, evite su oxidación y se pueda distribuir.
El glaseado es una capa de agua congelada luego que el producto permanece por períodos muy prolongados, incluso hasta de años, bajo temperaturas muy bajas, lo que a final de cuentas influye en el peso del producto y hace que el consumidor termine pagando como si fuera parte del peso del alimento marítimo.
La investigación realizada por la referida organización, a propósito de la alta demanda de productos del mar que se presenta en temporadas como la actual de Cuaresma, refiere que del total de filetes de pescado (basa, tilapia), así como camarones importados, el consumidor paga en promedio 30% de agua congelada, lo que significa que por cada kilo de filete y camarón congelado se recibe sólo 700 gramos.
El resultado de la investigación advirtió que el fraude se presenta más en productos importados, toda vez que a pesar de que estos llegan a ser más baratos que los nacionales, contienen una mayor cantidad de agua, lo que se traduce en una práctica desleal y además dañina para la economía de los consumidores.