Londres, 11 mar (EFE).- Inmersos en fiestas deslumbrantes, con siluetas andróginas y vestuario vanguardista retrató Cecil Beaton el mundo de los «Bright Young Things», los hijos rebeldes de la élite victoriana que hoy bien podrían triunfar en Instagram.
Con más de 170 trabajos, la National Portrait Gallery de Londres recoge, desde este jueves hasta el 7 de junio, el extravagante ambiente de esta generación a través de la visión del fotógrafo británico.
«La mayoría de muestras alrededor de Cecil Beaton suelen ser grandes retrospectivas, pero nosotros queríamos hacer una de sus primeros años: dónde empieza, de dónde viene, qué le motiva, qué ocurre y cómo lleva a la fotografía un paso más allá», explicó a Efe el comisario de la muestra, Robin Muir, durante la presentación.
Cecil Beaton (1904-1980) fue hijo de una familia de clase media de Hempstead, unos orígenes de los que siempre quiso escapar para acceder a un mundo formado por ricos, aristócratas, famosos y miembros de la realeza.
El viaje hacia su Ítaca lo emprendió a través de la fotografía. Las primeras en pasar por su estudio fueron sus hermanas Nancy y Baba, a quien maquillaba y disfrazaba con el objetivo de que se convirtieran en figuras queridas por la prensa como bellezas de la alta sociedad.
Sin embargo, uno de los nombres clave en sus primeros años fue Stephen Tennant, una «socialité» decadente de la época que se encargó de introducirle en los ambientes artísticos y rabiosamente atrevidos de la alta sociedad a través del «The Bright Young Things».
«Él vislumbra un mundo de ocio, aristocracia, ve a todos todo el tiempo pasándolo fantásticamente porque tienen algo de dinero», señaló Muir.
«Tienen muy buen gusto, son divertidos y les encanta pasarlo bien. Ese es el mundo al que él aspira», añadió.
Bajo estos estímulos, Beaton dedica gran parte de la década de los años veinte y los treinta a fotografiar a la plana mayor de esta generación, cuyos excesos provocaban fascinación y conmoción a partes iguales entre el público de la época.
Artistas y amigos como Rex Whistler, diseñadores como Oliver Messel, el compositor William Walton, los poetas modernistas Iris Tree y Nancy Cunard, actrices como Tallulah Bankhead y Anna May Wong, o glamurosas celebridades como Diana Guiness o Edwina Mountbatten posaron ante su lente.
Sin embargo, lo que buscaba Beaton era convertirse en uno de ellos por derecho propio.
«Quiere fama, reconocimiento y celebridad. Estos eran mundos que no resultaban desagradables en aquellos días, él era muy ambicioso con lo que quería. Es realmente la búsqueda de fama y reconocimiento lo que le motiva», comentó Muir sobre aquellos días.
Beaton, con un estilo empapado por el emergente surrealismo europeo, quería brillar con luz propia, y numerosos retratos, autorretratos y fotografías en la exposición dan testigo de ello.
Una instantáneas de George Rylands disfrazado de Duquesa de Malfi fue su primera publicación en 1924 en la revista «Vogue», con la que trabajó más de 50 años, hasta su último encargo para ella en 1979.
No obstante, su relación con la revista se vio salpicada por una de sus piezas en la edición americana donde incluyó un comentario antisemita, lo que supuso un revés en su reputación del que tardaría años en recuperarse.
Cartas, revistas, invitaciones, libros de bocetos e ilustraciones recogen todos los saberes del fotógrafo que también fue ilustrador, estilista, escritor e incluso diseñador de vestuario para Hollywood, lo que le llevó a ganar 3 Óscars.
Cuadros de amigos y artistas conocidos de Beaton -Rex Whistler, Henry Lamb, Ambrose McEvoy, Christopher Wood y Augustus John, entre otros- completan la colección, formada mayoritariamente por trabajos del archivo Cecil Beaton de Sotheby’s.
A finales de los 30, la situación política en Europa era cada vez más peligrosa, el conflicto armado ya se anticipaba y el futuro de los «Bright Young Things» se antojaba cada vez más complicado.
Beaton, que había empezado su viaje en la finca de Stpehen Tennant, Wilsford Manor, se sintió finalmente parte de esta generación cuando encontró en Ashcombe el lugar para sus propios idilios rurales.
Allí se celebró en 1937 la última reunión de los «Bright Young Things», una fiesta de verano donde se bajó el telón a una era extraordinaria.
Por Marta Pérez-Cejuela