Madrid, 15 mar (EFE).- España vive desde hoy una situación sin precedentes, pues los ciudadanos deben permanecer enclaustrados en sus hogares y las autoridades han ordenado el cierre de los lugares de ocio para frenar al coronavirus en un país apegado a las relaciones sociales y las celebraciones bulliciosas.
El número de fallecidos por coronavirus asciende ya a 288 y el número total de casos conocidos, que no dejan de aumentar, se acerca a los 8.000, de los que casi la mitad corresponden a la región de Madrid, según datos del Ministerio español de Sanidad.
Para contener el contagio, el Gobierno decretó el estado de emergencia durante al menos 15 días desde hoy, con medidas drásticas que limitan los desplazamientos de la población a lo imprescindible: comprar alimentos o medicamentos, trabajar, acudir a centros sanitarios o viajar por causa de fuerza mayor.
Pero ¿cómo se aísla a una sociedad de 47 millones de personas?
Las competiciones deportivas y las fiestas religiosas de Semana Santa han sido canceladas, al igual que festividades célebres como las Fallas de Valencia (este) y la Feria de Abril de Sevilla (sur); infinidad de edificios y espacios públicos y privados están cerrados y hay poblaciones confinadas en cuarentena.
A centros educativos, estadios, templos o museos se añaden las calles, cada vez más vacías y donde ya no está permitido ni pasear o frecuentar los parques y otras zonas de esparcimiento al aire libre.
En la vida cotidiana, los supermercados contaban hoy con unas decenas de clientes dentro y otros tantos fuera esperando turno con un metro de distancia entre ellos, el mínimo recomendado de seguridad para no contagiarse.
Sin embargo, siempre queda algún «rebelde» o algún «despistado» que no se ha enterado y salió a correr o montar en bicicleta, subió a la montaña o marchó a la playa con su familia a pesar de las advertencias.
Los agentes de seguridad tuvieron que obligar hoy al cierre de locales de hostelería y ocio en regiones como Asturias y País Vasco (norte) y Cataluña (noreste) y denunciar la celebración de fiestas en viviendas de la ciudad de Granada (sur).
ESPAÑA CERRADA A CAL Y CANTO
«El heroísmo consiste también en lavarse las manos, en quedarse en casa», insistió el viernes pasado el presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez.
Una actitud de la que toda la población ha de hacerse partícipe, como muchas personas sintomáticas que ya habían decidido aislarse para prevenir contagios.
«Sin saber si teníamos coronavirus o una gripe fuerte, tuvimos claro que había que quedarse en casa», cuenta a Efe Adrián, que vive con su pareja, Alejandro, en el centro de Madrid.
Ambos jóvenes no salen de su domicilio desde el lunes, donde han visto «cómo ha ido cambiando la calle» en los últimos días, cuando se han ido viendo menos personas y las que están ya llevan mascarillas.
«En este aislamiento hemos visto la poca capacidad de anticipación de las instituciones, con el ejemplo de China e Italia, hemos tenido que experimentar todas las pequeñas medidas», comenta
Algo que han visto también en la sociedad, como explica Alejandro, quien critica que, «hasta hace nada, la gente hacía vida normal», a pesar de toda la información sobre los riesgos.
SOBREVIVIR MENTALMENTE AL AISLAMIENTO
Y a la respuesta social tardía le ha acompañado una psicosis que, pese a las llamadas a la calma, se han visto en varias partes de España, como cuenta a Efe Andrés Gómez, trabajador de una red de supermercados.
Las últimas horas en la tienda en la que trabaja en Cáceres (suroeste de España) están siendo una «locura», con «la gente empujándose para entrar, corriendo para coger todo lo que puedan». Y esto a pesar de que las autoridades aseguran constantemente que no habrá desabastecimiento.
Hasta la vida en pareja se enfrenta estos días a situaciones anómalas: «Tenemos reglas para cuidar la convivencia, cada uno hace sus cosas y quedamos al mediodía en el salón», cuenta a Efe Miguel Trufas.
Él y su pareja, María José, lo llevan con filosofía, «saliendo al balcón de vez en cuando» y sin mirar «mucho el teléfono» para huir de la sobreinformación.
Otras familias con niños batallan para conjugar el teletrabajo, que ha crecido aceleradamene los últimos días, con la atención a sus pequeños, que no pueden quedarse con los abuelos porque los ancianos son un grupo de alto riesgo en esta pandemia.
Y SOBREVIVIR ECONÓMICAMENTE
Marta Hidalgo dirige tres tiendas de complementos de moda en Badajoz (suroeste) cerradas a partir de mañana y es madre de un niño de dos años.
«Podemos cuidar del niño porque no podemos abrir las tiendas, pero económicamente tenemos mucho miedo, no sé cómo vamos a pagar nóminas, alquileres y préstamos sin ingresos», lamenta.
Una sensación que también viven ciudadanos de Barcelona como Oriol Morales, que cuenta cómo hay gente «que no sabe si la han despedido temporalmente o si le han dado vacaciones».
«Qué va a pasar con la gente que trabaja sin contrato», se pregunta tras reflexionar que en la calle estos días se ve «lo mejor y lo peor» de la sociedad: «Gente que arrasa en los supermercados, pero otra que compra para quien no puede salir».
El caso es que de un problema siempre surge una oportunidad. «Hoy se ha asomado la vecina de arriba y hemos hablado de balcón a balcón, se ha ofrecido a traernos comida y cuando estemos bien, les cuidamos a la niña. Casi no habíamos hablado antes, ojalá este esfuerzo sirva y que algo tan normal se haga común», dice Alejandro.
Por Macarena Soto