México, 3 feb (EFE).- Aplicaciones digitales aprovechan el auge de las compras en línea y las redes sociales para promover un comercio justo para los pequeños y medianos productores del campo mexicano, un sector que en este país ha estado desprotegido de manera histórica.
Con esto en mente, Ricardo Weder dejó su puesto como presidente de Cabify, empresa de origen español de transporte, para fundar Jüsto, un mercado electrónico que opera desde hace seis meses en México con cerca de 300 proveedores y un catálogo de más de 2.000 productos, incluyendo alimentos frescos, orgánicos y a granel.
«Viene del concepto de que en los tiempos modernos, en el supermercado, cambió un poco la filosofía de las empresas y de generar valor para todos los involucrados en el tema de trato justo, desarrollo de proveedores, de pequeños productores, consumo de producto nacional, reducción de plásticos», dice este lunes a Efe.
En México hay un censo de 101.828 Unidades de Producción Agropecuaria (UPA) y 11,8 millones de jornaleros, indica la última Encuesta Nacional Agropecuaria (ENA), elaborada por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi) en 2017.
Sin embargo, menos de la mitad de las unidades de producción, el 48,5 %, venden sus productos.
Y de estos, un 51,5 % lo hace a un intermediario, 11 % a alguna procesadora, 25,5 % de forma directa al consumidor, solo 3,1 % tiene un contrato y apenas el 0,3 % los coloca en un centro comercial o supermercado.
Pese a este panorama, Weder detecta una oportunidad de crecimiento ante el aumento de consumidores que buscan comprar productos locales, de marcas pequeñas y de nuevos productos para hacer un ecosistema más saludable.
«Creemos que es un buen momento. Empezamos a ver cómo la forma de relacionarse las personas con las marcas empieza a cambiar. El mercado está mucho más abierto a probar nuevas cosas. Temas orgánicos, nuevas marcas y creemos que es una oportunidad para crecer», apunta el empresario mexicano.
RED SOCIAL PARA EL CAMPO
Una de cada tres unidades de producción, el 33,4 %, ha incorporado tecnologías de la comunicación en su actividad agropecuaria, un aumento de 12 puntos porcentuales con respecto a 2014, según la ENA.
Ante estos cambios, Smattcom nació como una red social para los productores, compradores y distribuidores, en la que construyen una economía colaborativa en la que se garantiza un precio justo, menciona su director general, Sergio Roldán.
«Funciona a través de publicaciones. La gente publica su necesidad de compra o su necesidad de venta. La misma aplicación muestra las oportunidades, pero permite de una manera lógica enlazar a las posibilidades en cuanto al producto, las características y las regiones donde se encuentra», detalla.
Con esto, la aplicación busca además combatir la merma de alimentos, que cada año equivale al 34 % de la producción nacional y a 491.000 millones de pesos (26.146 millones de dólares) «tirados a la basura», según Roldán.
Una gran razón de esto, de acuerdo con el empresario, es que la venta no se realiza con un precio justo, por lo que los campesinos no consiguen vender su mercancía o lo hacen con un margen pequeño de ganancia que no les permite reinvertir.
Por ejemplo, la ENA expone que solo tres de cada 10 mujeres jornaleras y poco más de cinco de cada 10 campesinos hombres obtienen alguna remuneración por su trabajo.
«La especulación es un fenómeno muy importante que afecta al comprador y que afecta al vendedor, y que de alguna forma, esta aplicación, gracias a su monitor de precios en diferentes mercados y zonas productivas, podemos tener acceso realmente a saber y conocer cuál es el precio correcto», reflexiona.
CRISIS CLIMÁTICA
La demanda de estas aplicaciones también está en el creciente interés por resolver la crisis climática.
Del lado del comprador, Jüsto se ha enfocado a tomar medidas como venta a granel, reducción de plásticos y productos elaborados de manera ética.
En cambio, Smattcom se ha dedicado a aprovechar los datos que recolecta para enseñar a los productores a cultivar productos de manera más eficiente y responsable.
«En México tenemos un gran potencial a nivel suelos, a nivel clima, pero todo eso es meramente una casualidad fortuita que definitivamente no se alcanza a detonar como se podría», concluye Roldán.