Nueva York, 11 feb (EFE).- El Whitney Museum de Nueva York quiere con su última exposición «Vida Americana» corregir la historia del arte y aclarar que fue la enorme pujanza de artistas mexicanos, y no franceses, la que cambió el rumbo artístico de Estados Unidos en la primera mitad del siglo pasado.
«Nuestro objetivo desde el principio ha sido el de remodelar nuestra historia. Siempre se ha enseñado que el arte estadounidense estuvo influenciado por los franceses, que fueron ellos quienes lo dominaron a lo largo del siglo XX», explica a Efe Barbara Haskell, una de las comisarias de la muestra.
«Pero esta exhibición demuestra que la mayor influencia vino de los muralistas mexicanos», arguye.
La institución, una de las más importantes de Estados Unidos, ha conseguido, tras cuatro años de gestiones, reunir más de 200 obras pintadas entre 1925 y 1945 por 60 artistas mexicanos y estadounidenses, las cuales ha yuxtapuesto en sus paredes para evidenciar cómo pintores de la talla de Jackson Pollock basaron su obra en sus vecinos del sur.
Por ejemplo, cuenta Haskell, en 1930 Pollock, con 17 años, fue a ver el mural que José Clemente Orozco había pintado en la Universidad de Ponoma (California) llamado «Prometheus», del cual llegó a decir que era el «trabajo más importante del arte contemporáneo».
«Hemos colgado cuadros de Orozco y a su lado los de Pollock y se puede ver perfectamente la relación (…). Las imágenes figurativas en las que se usaban trazos visibles, formas monumentales y colores oscuros para crear una sensación de agitación y lucha», subraya la comisaria.
Los argumentos del Whitney quedan sustentados con las claras similitudes entre las obras de «El Fuego», de Orozco, y «The Flame» (La Llama), de Pollock, situadas a escasos centímetros la una de la otra en uno de los extremos de la exposición, que ocupa todo el extenso quinto piso del museo, algo que se hace en contadas ocasiones.
La exposición, que podrá verse desde el próximo 17 de febrero al 17 de mayo, está dividida en siete secciones, cada una de ellas centrada en un aspecto de influencia de los mexicanos, y que, además de Orozco y Pollock, cuentan con obras de Thomas Hart Benton, Isamu Noguchi, Miguel Rivera, David Alfaro Siqueiros, Frida Kahlo o Rufino Tamayo.
Otro de los extremos de la muestra está dedicado al conocido proyecto de Rivera que le enfrentó en una sonada disputa con una de las familias más destacadas de Estados Unidos, los Rockefeller, en los años 30.
El mexicano aceptó un proyecto para pintar un gran mural en el Rockefeller Center para retratar a «un hombre en la encrucijada, indeciso pero lleno de optimismo por un futuro mejor», y aunque el boceto para la obra fue aprobado, el cual puede verse en la exhibición, Rivera incluyó ciertas modificaciones que lo convirtieron en inaceptable.
La pintura termino siendo una dicotomía entre la sociedad capitalista y la comunista, e incluía un retrato del líder comunista Vladimir Lenin.
Tras rechazar y destruir los Rockefeller la monumental obra del mexicano, Rivera decidió vengarse pintando una versión modificada, «El hombre controlador del universo» (1934), en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, y cuya reproducción también forma parte del «Vida Americana» del Whitney.
Aunque la comisaria empezó a pensar en la exposición hace ya 14 años, la experta admite que la muestra llega en un momento muy adecuado, dadas las tensas relaciones que existen entre México y Estados Unidos desde el inicio de la administración de Donald Trump.
«Creo que es importante, en este momento concreto, la idea de subrayar que el poder y la innovación que se producen con el intercambio cultural de nuestras dos naciones es muy grande», dijo Haskell.
«La verdad es que la exhibición se empezó a plantear (…) cuando las cosas no estaban como ahora, pero obviamente sí, hay un contenido que la gente va a poder ver y darse cuenta de que en el arte no existen fronteras, de que siempre ha habido un diálogo», afirmó por su parte la comisaria asistente, Marcela Guerrero.