Berlín, 24 feb (EFE).- El actor estadounidense Willem Dafoe acudió hoy a la Berlinale como una «extensión» del director Abel Ferrara, con quien ha trabajado ya en seis ocasiones, la última de las cuales al frente de «Siberia», en la sección oficial a competición.
«Soy un actor obediente», explicó Dafoe ante los medios que siguen el festival. «Soy una extensión de lo que Abel trata de expresar», añadió el intérprete, considerado una especie de «alter ego» fílmico del director.
«Siberia» es una co-producción ítalo-alemana-mexicana, rodada entre paisajes nevados y cuevas lúgubres. Para Dafoe supone un nuevo «desafío», encajado con agrado. «Me gustan las cosas desafíos. Solo así se aprende, solo así se tiene la posibilidad de transformarse», afirmó.
La película de Ferrara, una de las 18 cintas incluidas en la competición oficial de la 70 edición del Berlinale, coloca al espectador ante imágenes a veces tortuosas, a veces bellas, con un Clint -el personaje de Dafoe- recorriendo en procesión sus fantasmas interiores.
Es un personaje en que se mezclan «locura y espíritu de supervivencia», explicó Ferrara. Una película al servicio de la versatilidad de Dafoe, en un entorno siberiano que significa, para el director, «exilio, soledad y lejanía».
INCÓGNITAS RUSAS
El Clint de Dafoe es un hombre perseguido por sí mismo, por las mujeres que amó o creyó amar, incluida una exesposa, por el hermano, por el padre o la madre. Sirve vodka a la escasa clientela que acude a su remota barraca bajo las nieves.
Su relación más humana es con los perros que tiran de su trineo. De su clientela simplemente intuye lo que le piden, ya que no habla su idioma -el ruso-.
También al espectador le corresponde la tarea de tratar de entender. Ferrara optó por no incluir subtítulos en ese idioma -«no me gustan», explicó el director, para añadir que, si su personaje no entiende lo que le dicen tampoco debe hacerlo el público-.
Que ni Clint ni el espectador comprendan esa parte de los diálogos no significa que sean irrelevantes, a juzgar por los comentarios y algunas risas que se escuchaban entre el público o representantes de los medios rusos presentes en la sala.
EL AMIGO WILLEM
El enigma de esos fragmentos en ruso es solo una de las incógnitas que dejó la película. Ferrara hace discurrir a Dafoe entre imágenes oníricas, delirios y cambios de paisaje, con incursiones desérticas.
El festival recibió a ambos, actor y director, como amigos. En el caso del cineasta, la relación es algo remota, ya que la última vez acudió a Berlín para competir por los Osos queda ya lejos: 1996, con «The Addiction».
Dafoe, en cambio, ha sido una presencia casi constante en los últimas años en ese festival, en el que incluso ejerció como jurado en 2007 y del que recibió un Oso de Oro de Honor al conjunto de su carrera, en 2018.
La de este año es su undécima visita a la Berlinale, nueve de ellas defendiendo una película. La antecesora de «Siberia» a competición fue «The Grand Budapest Hotel», de Wes Anderson, en 2014, que recibió el Premio Especial del Jurado-.
Independientemente de lo que le ocurra a «Siberia» en la lucha por los Osos, la característica sonrisa de oreja a oreja de Dafoe tenía más que asegurada la bienvenida del festival.
Él se mostró simpático y accesible, como siempre se le vio en Berlín. Esta vez, sonriente bajo un enorme bigote e intercambiando guiños de complicidad no solo con los medios, sino con su amigo, Ferrara.
Por Gemma Casadevall