México, 24 feb (EFE).- Expertos mexicanos estudiaron la criminalidad en América Latina desde la perspectiva de los perpetradores con el objetivo de dejar de analizar la violencia como un acumulado de cifras -número de muertos o de personas desaparecidas, por ejemplo- y entenderla como actos realizados por seres humanos con motivaciones específicas.
Bajo la pregunta ¿qué es lo que impulsa a las personas a realizar estos actos y normalizarlos?, Laura H. Atuesta y Javier Treviño, académicos del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) del México, en la región centro, le dieron forma al libro «La muerte es un negocio. Miradas a la violencia criminal en América Latina», en el que se indaga la naturaleza de las acciones y de quienes cometen los hechos criminales.
«El objetivo del libro es explorar la violencia desde la perspectiva de los perpetradores, entendiéndolos como personas humanas que deciden cometer actos violentos», dijo en entrevista con Efe Atuesta.
Explicó que, a diferencia de la mayoría de los estudios de violencia existentes, que utilizan metodologías cuantitativas, «este libro utiliza metodologías cualitativas para explorar las razones por las cuales se cometen actos perturbadores».
Entre las herramientas que los investigadores utilizaron estuvieron la entrevista a profundidad y la observación etnográfica, las cuales les permitieron «conocer de cerca a las personas que estaban estudiando».
La especialista consideró que, mientras los métodos cuantitativos buscan generalizaciones y estadísticas, «las entrevistas a profundidad y la observación etnográfica permiten que sean los entrevistados/ observados quienes guíen la investigación».
Atuesta dijo que estos métodos «permiten descubrir nuevos caminos, mientras se realiza la investigación además de salirse del guión y de las hipótesis iniciales».
LA HUMANIDAD DETRÁS DE LA VIOLENCIA
La experta señaló que «la violencia tiene un lado humano porque los actos violentos son realizados por personas humanas», pero en ocasiones «deshumanizamos el fenómeno para explicarnos lo irracional que resultan los actos violentos».
Explicó que al entrevistar a los delincuentes, preguntarles las razones por las cuales cometen estos actos violentos, entender los incentivos que los llevaron a crear carreras criminales y a mantenerse en ellas, humanizaron la violencia.
«A pesar de que no compartamos sus motivaciones, entendemos por qué lo hacen y cómo se sienten de estar involucrados en este mundo criminal», explicó.
Acerca de por qué eligieron como objetos de estudio fenómenos de violencia que aparecieron en México, Colombia y Perú, Atuesta explicó que estos tres países tienen historias entrelazadas y las políticas públicas que han sido implementadas en un país, han afectado directamente lo que sucede en los otros.
«Por ejemplo, en el momento en que se cerró el puente aéreo entre Perú y Colombia para que se dejara de exportar coca, las organizaciones criminales en Colombia se dedicaron no sólo a producir cocaína sino también a sembrar la coca», expuso.
Contó que de manera similar ocurrió en el momento en que se cerró el tráfico aéreo de la ruta del Caribe utilizado para traficar la cocaína colombiana a Estados Unidos. «Los narcotraficantes colombianos buscaron aliados en México para llevar la cocaína a Estados Unidos a través de la frontera de México y esto transformó las organizaciones criminales en México», indicó la académica.
Para la especialista estudiar el fenómeno de violencia en cualquier país de América Latina es interesante. «Sin embargo, no hay países que se encuentren más conectados por sus políticas de drogas que Perú, Colombia y México», expuso.
ALGUNAS CONCLUSIONES
Atuesta explicó que a pesar de que todos los capítulos del libro describen realidades diferentes, se encontraron cuatro hipótesis en común.
La primera, que los adolescentes son un grupo de la población que es afectado por la violencia, no sólo como víctimas sino también como perpetradores. «Son un grupo en la mayoría de los casos incomprendido y estigmatizado por las políticas públicas actuales», indicó.
La segunda, que el Estado juega un papel en la violencia, ya sea como actor ausente o presente.
«Muchas veces es su ausencia la que provoca el desarrollo de órdenes alternos y la creación de grupos criminales. Otras veces es su presencia y sus políticas punitivas e injustas las que arriban a la población (principalmente los jóvenes) a adentrarse en el mundo criminal», dijo la especialista.
La tercera es que existe poca evidencia sobre la causalidad entre drogas y delito: «Esto a pesar de ser dos fenómenos que se observan simultáneamente, no se puede hablar de que uno de ellos provoca el otro».
Dijo que en la mayoría de los casos «son fenómenos que se generan por contextos externos tales como la pobreza, la marginación, la situación familiar de los afectados y sus relaciones amistosas y afectivas, entre otras».
Mientras que la cuarta señaló que las organizaciones criminales no sólo cometen actos violentos, sino que buscan crear órdenes alternos al Estado.
«Estos órdenes alternos están basados en reglas, rituales y normas que se respetan y se siguen, muchas veces con el apoyo de la población. Y esto genera una gobernanza que no necesariamente se torna violenta», finalizó.