Jalostotitlán (México), 25 feb (EFE).- El tercer festejo de las Corridas de Carnaval en Jalostotitlán, estado mexicano de Jalisco, concluyó este martes con la puerta grande para el torero mexicano Arturo de Alba y una oreja para el también mexicano Leo Valadez.
El rejoneador español Pablo Hermoso de Mendoza paseó un apéndice que recibió protestas por una parte del público. Guillermo Hermoso de Mendoza no logró premio alguno.
Las reses de San Pablo fueron de presentación terciada, cuernivueltas y justas de poder. Las cuatro para el rejoneo con casta y nobleza y las cuatro para toreo a pie mansas. Se registró un casi lleno.
Entre Jalostotitlán y Guadalajara hay hora y media de paisajes organizados para el ganado y el cultivo, ranchos con residencias ubicadas dominando la inmensidad de horizontes sin manchas urbanas.
La autopista desde la capital del estado de Jalisco, desemboca en un pueblo de calles estrechas y limpias, un reflejo de su cielo azul trazado con nubes.
El calor silencioso de la sobremesa se va rompiendo con el murmullo de los aficionados asentándose en las gradas, tan lentamente que el primer toro salta al ruedo diez minutos antes de las cinco de la tarde.
Rodeada de riqueza agropecuaria e industrial, las tipologías de los aficionados mezclan perfiles de profesionales legales o administrativos, con los propios del campo. Todos pulcramente vestidos para una tarde de toros, acompañados de sus familias.
La sustitución de Antonio Ferrera por Pablo Hermoso de Mendoza redireccionó el interés del festejo hacia el relevo de padre a hijo, y las emociones ocultas tras este hecho.
De nuevo, como hace apenas dos semanas en Ciudad de México, Pablo Hermoso de Mendoza se mostró lejos de su mejor versión. Con cierta apatía, provocada quizás por tanto tiempo de dominio de la doma y el rejoneo.
Tuvo el español al mejor toro de la tarde, su primero, por nobleza y transmisión, pero que con los dos rejones de castigo, aplicados como una declaración de intenciones, redujo en demasía el poder del toro.
Aun así, por dos veces, las astas tocaron a los equinos. La casta del toro vencía al jinete cuando éste se dejaba llegar. Media estocada y silencio para ambos. La oreja de Pablo con su siguiente fue protestada, pues aunque esta vez culminó con éxito ajustados pases de pecho a posteriores, de nuevo su labor quedó ensuciada por la rozadura que su montura llevó de vuelta.
Limpia y vertiginosa fueron las faenas de Guillermo. En las dos el estropicio con el rejón de muerte le alejó del triunfo. Pero si se quiere vislumbrar el alcance real, del heredero, en el rejoneo, el giro completo a su primero, en la misma cara del toro, proyecta un buen caballero más allá de su apellido.
Sintió el temple Guillermo y lo volvió a aplicar a sus dos toros, pero nunca tan pausado y envolvente como el primero. También dejó toreo de proa a popa, y ceñidos pases recibiendo. Todo sin dejar tocar sus monturas, interponiendo su figura entre caballo y toro.
Firme y expuesto en contraposición con su padre a distancia siempre del eje de encuentro entre bovino y equino. El joven rejoneador mostró ambición y riesgo.
Al igual que los dos jóvenes toreros. De Alba lo hizo todo con rectitud. Capote, banderilas y muleta. Su primera oreja la ganó con un manso al que sujetó en la lidia, con acierto en todos los tercios, logrando tandas con el corazón de la muleta.
La de la puerta grande fue algo menos clara, pues logró sacar pases sueltos por los engaños, más que con los vuelos de la tela.
La buena estocada volcándose le valió revalidar la puerta grande de su alternativa hace un año.
Leo Valadez anduvo impreciso pero ceñido. Al que mutiló apéndice lo sometió con naturales sueltos muy ajustados.
Quedó sin premio Guillermo Hermoso de Mendoza pero demostró su evolución un año después. En final de los carnavales, en los que nadie se disfraza, subraya la necesidad de renovación.