Madain Saleh (Arabia Saudí), 26 feb (EFE).- Altas montañas rocosas, 54 hectáreas de desierto, 131 tumbas nabateas; Madain Saleh, en el noroeste de Arabia Saudí, tiene todos los ingredientes para una película de Indiana Jones, pero hasta ahora ha estado escondida en el hermético reino, a la sombra de la jordana Petra.
Las cosas están a punto de cambiar para la capital meridional de los nabateos (100 a.C.-106 d.C.) y primer lugar Patrimonio Mundial de la Unesco en Arabia Saudí, pues las autoridades la quieren promocionar como parte del despertar turístico del país y este mismo octubre se abrirá oficialmente al público.
EL TURISMO ARQUEOLÓGICO
Pequeños grupos de turistas, muchos de ellos árabes, observan ensimismados una sala de reuniones excavada en la roca, con tres bancos y adornada con cuatro columnas nabateas, el característico toque arquitectónico de estos mercaderes árabes, comerciantes de mirra, incienso y especias.
Son algunos de los afortunados que han podido disfrutar de un aperitivo de esta joya histórica en el marco del festival Invierno en Tantora.
«Los nabateos escogieron este lugar porque es rico en agua subterránea, estaba en la ruta comercial y si miramos alrededor está rodeado de montañas, que les proporcionaban seguridad», explicó a Efe Anwar Humied, una de las guías o «cuentacuentos» contratados por la Comisión Real de Al Ula (RCU).
Envuelta de pies a cabeza en una tradicional abaya negra y un niqab que sólo deja adivinar unos profundos ojos marrones, Anwar desmenuza en un perfecto inglés los secretos de las inscripciones en diferentes lenguas que se pueden ver en la primera de las cuatro paradas.
A diferencia de Petra, los hallazgos se esparcen por una vasta extensión de territorio. Con muchos todavía bajo investigación y otros todavía por descubrir, sólo algunos de ellos estarán abiertos al público por el momento.
Con apenas 45.000 habitantes y reliquias que van desde hace 200.000 años hasta varios periodos islámicos, Al Ula está todavía en su fase inicial de desarrollo turístico y su promoción no ha hecho más que comenzar, en el marco del aperturismo previsto en la Visión 2030 del príncipe heredero, Mohamed bin Salman.
Para 2035, pretenden alcanzar 2 millones de visitantes anuales, tanto saudíes como internacionales y con la apertura paulatina de hoteles y el aumento del número de vuelos la RCU espera que el turismo pase de ser de «lujo» a ofrecer diferentes categorías adaptadas a todos los bolsillos.
UN PASEO POR AL ULA
El termómetro marca una temperatura agradable, pero el sol del desierto quema la piel al llegar a una montaña en la que fueron escarbadas 32 tumbas pertenecientes a la clase alta, algo que se puede apreciar en sus intricadas decoraciones y amplio tamaño.
Encima de los marcos de las puertas hay esculpidos cinco peldaños nabateos que representan una escalera hasta el Cielo, una suerte de estantería egipcia, un triángulo griego con una medusa y, de nuevo, dos columnas nabateas.
Y es que Al Ula ha sido escenario de un cruce de civilizaciones, afirma Anwar bajo el niqab.
El todoterreno se para después en un pequeño aparcamiento en Jabal al Ahmar. Aquí, las tumbas son de personas de clase media y baja, más simples y pequeñas, pero aún así al viajero le cuesta decidir donde poner su atención, si en los fascinantes huecos que salpican la roca o los imponentes paisajes.
Anwar señala a un agujero bien arriba en la ladera de la rocosa montaña.
Es la tumba de Hinat, hija de Wahbu, donde se descubrieron 80 cuerpos en 2015, cuando la lluvia despejó la arena que tapaba la entrada, una alta concentración debido probablemente a la incapacidad de ocuparse de los fallecidos durante la guerra entre los nabateos y los romanos.
Finalmente, la última parada es la ostentosa y gigantesca tumba sin terminar de Lihyan, hijo de Kuza, la gran joya del recorrido.
Los expertos creen que fue creada para un hombre «muy rico», probablemente un general, puesto que es la única en la ubicación, cuenta con cuatro columnas nabateas y en la inscripción que la acompaña no hay escrita ninguna «maldición», desvela Anwar.
Por Noemí Jabois