Madrid, 2 ene (EFE).- Es «gato» pero Guillermo García Calvo, que hoy se incorpora como nuevo director musical de la Zarzuela, dice que se siente, sobre todo, «europeo», capaz de encajar dos de sus sueños: el género castizo por excelencia y Wagner porque los dos, afirma, «son igualmente válidos y hablan de las mismas emociones».
García Calvo (Madrid, 1978) lleva 22 años viviendo fuera de España y acaba de renovar su contrato con la Ópera alemana de Chemnitz y su orquesta, la Robert-Schumann-Philharmonie, con quien prepara el estreno para este mes de la obra de Wagner «Lohengrin».
«Parecen dos sueños casi antagónicos pero ambos buscan hablar de nosotros y nuestras emociones. Wagner con sus medios y Chapí o Bretón con los suyos», detalla en una entrevista con EFE recién aterrizado en Madrid, donde pasará varias semanas al año en su nuevo cometido como director de la Zarzuela.
Ha sido, revela, «un gran trabajo de organización compatibilizar los dos sitios pero, aunque es un poco de locura, lo hemos logrado».
El puesto, que hasta junio ocupó Oliver Díaz, se lo ofreció Bianco y a él le pareció «muy interesante después de media vida fuera de casa».
Su plan es continuar con el proyecto del director del teatro, Daniel Bianco, es decir, programar las grandes obras del repertorio de zarzuela y de la opera española; recuperar obras como «Farinelli», de Bretón, «que por distintos motivos quedaron en el olvido» y estrenar piezas de compositores vivos.
García Calvo cree que es precisamente ese último «el requisito fundamental», lo que conseguirá que este género «único en el mundo» no se pierda: «lo más importante es dar la oportunidad a los creadores actuales de expresarse y renovar esta música».
«Hay muchos teatros que apenas se arriesgan con lo nuevo. La Zarzuela estrena todas las temporadas un título nuevo -acaba de programar ‘Tres sombreros de copa’-. Eso es lo deseable porque de lo contrario se acaba siendo un museo», sostiene.
De la dirección de la orquesta se seguirá ocupando el «magnífico» Víctor Pablo Pérez, aunque esta temporada, como ya estaba programado, se subirá al podio con «Farinelli», y la siguiente seguramente sea algún título más que aún no puede desvelar.
Su relación con la Zarzuela, detalla, va «creciendo» desde que debutó allí en 2012 con «La vida breve» y «El amor brujo» -en el programa , a las que siguieron «Curro Vargas» y «Katiuska».
Afirma que nunca se ha planteado unas directrices concretas y que su carrera se ha ido desarrollando «de una forma natural, sin un plan rígido».
«Para mí, lo más importante es encontrar a personas que tengan un proyecto apasionante y eso es lo que me ocurre con Alemania y ahora con la Zarzuela. Lo que más me importa es tener un medio para comunicar con el público y darle el máximo valor a lo que tengamos», añade.
Después de tanto tiempo fuera de su casa se siente, como decía el escritor Stefan Zweig, «europeo», «muy orgulloso de la variedad de culturas» que le hacen «valorar más» todo lo propio, «verlo con necesidad vital».
«Me pone los pelos de punta cuando escucho nuestra música fuera de España pero también me es fundamental Wagner», insiste.
Cree que el nivel actual de la orquesta es «extraordinario», el trabajo de Víctor Pablo Pérez una «maravilla» y los elencos «extraordinarios».
Su objetivo es que cada vez que afronten una nueva producción esta sea «de la máxima calidad; es decir, el mismo reto supone conseguir el mejor ‘lohengrin’ como el mejor ‘farinelli'», compara.
Está feliz por incorporarse a la Zarzuela pero también porque su familia, -tiene una niña, Viola, de 4 años, y Romeo, de año y medio- está «contentísima» con poder vivir largos periodos en España: «les encanta y siempre estábamos diciendo que sería una suerte venir más», se ríe.
Por Concha Barrigós.