Villanueva de la Cañada (Madrid), 28 ene (EFE).- Hace más de una década desde que la misión Solar Orbiter de la Agencia Espacial Europea (ESA) dio sus primeros pasos y ahora está preparada para despegar en diez días hacia el Sol, del que quiere desvelar algunos de sus secretos y observar por primera vez sus regiones polares.
Solar Orbiter, con un presupuesto de 1800 millones de euros (1980 millones de dólares), se diferencia de otras misiones en que gracias a sus diez instrumentos podrá observar lo que sucede en el Sol y a la vez estudiar el ambiente que rodea a la sonda. Es decir, no solo sabrá lo que sucede a su alrededor sino por qué.
Además, por primera vez un ingenio humano, será capaz de observar las regiones polares de nuestra estrella, gracias a su trayectoria única, donde se esconden algunos de los misterios de cómo funciona el campo magnético del Sol.
La misión de la ESA cuenta con participación de la NASA, que ha colaborado en alguno de los instrumentos y será la encargada de lanzar a Solar Orbiter en un cohete Atlas V, que partirá a las 23.15 hora local de Florida (04.15 GMT del 8 de febrero) de la histórica base de Cabo Cañaveral (Estados Unidos).
Los últimos detalles antes de su despegue fueron proporcionados a la prensa este martes en la sede que la ESA tiene en la localidad madrileña de Villanueva de la Cañada.
Este centro será el encargado del control de los instrumentos de Solar Orbiter, planificar la misión científica, así como la toma y descarga de datos, explica la coordinadora de operaciones de instrumentación, Anik De Groof.
Tras el despegue habrá que esperar hasta finales de julio para que la sonda se declare totalmente operativa, aunque los primeros datos llegarán algo antes, indica el jefe de desarrollo de la infraestructura de ciencia en tierra de Solar Orbiter, Luis Sánchez.
La sonda, un cubo de unos tres metros, se acercará a «solo» 42 millones de kilómetros de nuestra estrella, «lo más cerca que podemos estar de ella y tomar imágenes, con la tecnología actual», según el responsable científico adjunto del proyecto, Yannis Zouganelis.
A esa distancia Solar Orbiter tendrá que soportar, por la cara expuesta al Sol, una temperatura de 520 grados. «Es como estar en dentro de un horno para pizzas», según el símil escogido por el director de Ciencia de la ESA, Günther Hasinger, quien ha explicado a Efe que esta es una misión «muy extrema».
Las elevadas temperaturas es uno de los retos más importantes a los que se ha hecho frente, pero acrecentado por el hecho de que la cara no expuesta a la estrella estará a bajo cero. En solo tres metros de distancia habrá varios cientos de grados de diferencia.
Para proteger la sonda se ha diseñado un escudo térmico que cubre una de sus caras, realizado básicamente de titanio y cubierto por una sustancia artificial de nueva creación. Pero además ha habido que diseñar en ese escudo tres «ventanas» para mirar al Sol. «Un gran desafío que ha sido resuelto por la industria europea», agrega Hasinger.
Solar Orbiter busca dar respuesta a cuatro cuestiones fundamentales, una de ellas cómo se crea el campo magnético del Sol, cuál es su origen y cómo se crea y propaga el viento solar.
También estudiará las emisiones de la masa coronal, que aún no se sabe cómo se generan y propagan, y cómo viajan e invaden la heliosfera las partículas energéticas que generan estas explosiones.
Por último, la sonda intentará dar respuesta a cómo se produce el campo magnético del Sol en el interior de la estrella, lo que se conoce como dinamo solar, agregó Zouganelis.
Toda la vida depende del Sol y «aún nos quedan algunos misterios por resolver» sobre su funcionamiento que influyen en la Tierra, pues, ha señalado Hasinger, el viento y las erupciones solares pueden causar problemas en los satélites y la radiación solar afecta a los astronautas.
«Queremos entender el tiempo (meteorológico) en el Sol y para ello hay que conocer las fuerzas y los mecanismos que los producen» para así poder predecirlo y poder prevenir sus efectos.