Guadalajara (México), 2 dic (EFE).- Un poeta y un sacerdote que durante años compartieron la lucha por los derechos humanos en México viven hoy en polos opuestos. ¿El motivo? El mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien avergüenza a Javier Sicilia pero tiene el ferviente apoyo de Alejandro Solalinde.
Ambos se vieron las caras este lunes en un foro de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, en México, tras haber expuesto en los últimos días sus diferencias por la gestión del Gobierno con la masacre el 4 de noviembre contra un grupo de mujeres y niños de una comunidad mormona en el norte del país.
«No ha cambiado nada, todo ha empeorado», dijo durante el foro el poeta y activista Javier Sicilia, quien fundó el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad tras el asesinato de su hijo en 2011 a manos del crimen organizado.
Sicilia aseveró que los presidentes Felipe Calderón (2006-2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018) «no hicieron nada» para resolver la violencia del país, y reconoció que López Obrador «asumió la existencia de una tragedia humanitaria que no habían asumido otros».
Pero arremetió duramente contra el Gobierno de López Obrador por «manipular» a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y dejar con «recursos mínimos» a la Comisión de Búsqueda de Personas Desaparecidas.
«Los recursos van por el Tren Maya y cosas que no importan ahorita porque lo que importa es la paz y la seguridad de la nación», exclamó indignado.
También criticó la creación de la Guardia Nacional, un cuerpo de seguridad formado por policías y militares, a la que definió como «una cosa intangible con rostro de ejército», y la responsabilizó por la «payasada de Culiacán», en referencia a la fallida captura del narcotraficante Ovidio Guzmán.
«El Ejército mata, el Ejército en las calles supone un estado de excepción. Cualquiera que diga que pueden respetar los derechos humanos es una falsedad. Cuando los militares salen es para la guerra», criticó.
Y estalló contra la manera de expresarse del presidente sobre las tragedias y los criminales. Al referirse a la matanza contra los miembros de la comunidad mormona, perpetrada el 4 de noviembre, dijo que «cuando el presidente dice esta estupidez de ‘fuchi, guácala’, cuando el presidente dice que hay que ‘acusarlos con sus mamás’, que hay que avergonzarnos, no está siendo empático con lo que pasa».
Al tomar la palabra, el sacerdote Solalinde, reconocido por su albergue para migrantes y su oposición a los presidentes anteriores, avisó de que no es ningún «vocero del Gobierno», unas palabras que no hicieron más que presagiar que estaba a punto de exponer una férrea defensa de López Obrador.
«El desastre que nos heredaron es muy grande. Necesitamos entender el cambio que pretende este Gobierno», sostuvo el sacerdote, quien añadió: «Me siento muy orgulloso del presidente de la República que tenemos».
Según Solalinde, López Obrador es «un hombre al que no le gusta el dinero, tiene honestidad y está haciendo un gran cambio», y elogió al mandatario, quien asumió el poder el 1 de diciembre de 2018, por «separar bruscamente el Gobierno de todos los poderes fácticos capitalistas».
«¿Por qué esta inercia de darle palos a un Gobierno que quiere cambiar las cosas?», cuestionó el sacerdote, quien pidió tiempo para que las políticas del Gobierno den resultado.
El poeta y activista se dio por aludido y respondió: «No me importa que me prometan el paraíso mañana. Me importa la gente ahorita y voy a levantar siempre la voz y voy a exigir a quien ostenta el poder que cumpla».
Ante esto, no iba a faltar una réplica de Solalinde, quien espetó: «Dejémonos de protestas inútiles y sentémonos a hablar con este Gobierno».
Fue una clara referencia a la manifestación que Javier Sicilia ha convocado en enero para exigir a López Obrador una clara política de seguridad en un país que registró 28.741 homicidios dolosos en los primeros 10 meses de 2019, por lo que va en camino de cerrar el año como el más violento desde que hay registros.
«Protestamos para que retomen las propuestas. Dudo mucho que este Gobierno quiera dialogar. Hay que ayudar a los jóvenes, aquí debería estar mi hijo y no está», concluyó Sicilia.
Al terminar, el poeta y el sacerdote se fueron cada uno por su lado.