México, 6 dic (EFE).- El mar Caribe, un tesoro natural que según el Banco Mundial sirve de sustento para más de un centenar de millones de personas, afronta ahora una encrucijada definitiva, acuciado por la contaminación, los efectos de la crisis climática y las enfermedades, además de las plagas del alga del sargazo.
La doctora Briggita Van Tussenbroek, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señala a Efe que la contaminación es el principal problema actual de esas aguas, que bañan la costa de dieciséis países, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
El Caribe, explica Van Tussenbroek, es un mar bajo en nutrientes y sus ecosistemas, en consonancia, están acostumbrados a vivir gracias a un ahorro muy eficiente, por lo que es muy dañino que «los desarrollos costeros de la región, incluido el turismo, estén vertiendo al mar líquidos con muchos nutrientes».
Esos vertidos -efluentes cloacales, aguas residuales agrícolas, petróleo y otros químicos- suponen una amenaza para organismos como los corales y, por el contrario, funcionan como fuente de alimento para especies más agresivas, como las algas, capaces de aprovecharlos con más rapidez.
LA AMENAZA DE LOS PLÁSTICOS
Además de que los vertidos afectan a los nutrientes, existe la problemática del plástico, que según el informe del Banco Mundial titulado «Ni un minuto que perder», publicado el pasado mes de mayo, representa el 80 % de la polución presente en el Caribe.
Por el momento, de acuerdo a datos del Programa para el Medio Ambiente de Naciones Unidas, dieciocho territorios de la zona han prohibido los plásticos de un solo uso o los productos de espuma de poliestireno, mientras que en otros tres países se han introducido prohibiciones a nivel local.
La directora del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) de México, Amparo Martínez, también señala la contaminación como el punto clave para entender la situación de las aguas caribeñas.
«No podemos echarle la culpa de todo al cambio climático. Toda la cuenca del Caribe tiene problemas históricos de contaminación que hay que atajar de manera coordinada por todos los países implicados», argumenta Martínez en una entrevista a Efe.
De momento, las medidas adoptadas para revertir la situación no han funcionado, según Van Tussenbroek, quien lamenta el grave daño que supone el bajo índice de población que dispone de agua corriente en la zona.
«Si el 50 % o 60 % de la gente no está conectada a una red, tiene que usar fosas sépticas. Y si el agua va a una fosa, los nutrientes se van sin tratar a un acuífero, con lo que llegan directamente al mar. Corregir eso requiere inversión», pide.
Además, el impacto ambiental del turismo, que según el Banco Mundial reporta un 15 % del Producto Interno Bruto (PIB) de la región, es otro de los grandes conflictos a abordar.
Desde el INECC, asegura Martínez, creen que es posible «conseguir un turismo totalmente sostenible», pero la directora insiste que ese debe ser un trabajo común de todos los países caribeños.
EL SÍNDROME BLANCO
Junto a la contaminación, la crisis climática está contribuyendo de manera decisiva a la degradación del mar Caribe, tanto por la mayor cantidad de CO2 que supone como por el aumento de la temperatura y por la variación que provoca en el pH del agua, su grado de acidez.
Van Tussenbroek cuenta que se está produciendo un descenso en los niveles de pH, lo cual «hace más difícil la calcificación y la mayoría de los corales y organismos del Caribe necesitan calcificar».
Además de esos problemas, el mal estado de las aguas ayuda a la proliferación de las bacterias y las enfermedades en el ecosistema marino, lo que ha tenido implicaciones tan importantes como el desarrollo del síndrome blanco, una patología que afecta principalmente a los corales.
«El síndrome blanco es una enfermedad, pero no se conoce el patógeno que la causa todavía. Algunas especies de coral están más afectadas que otras. Pese a pruebas incluso con antibióticos, desde el verano pasado a hoy, ha muerto entre el 30 % y el 50 % del coral que estaba vivo en México», alerta la científica de la UNAM.
LA PLAGA DEL SARGAZO
A todas los conflictos mencionados, se le ha sumado otro en los últimos años y es tan grave como para que Van Tussenbroek lo considere «el golpe final al ecosistema»: la invasión del alga sargazo.
Este macroalga de color marrón crea islas flotantes sobre el agua -en 2018 se registró una mancha de 2.800 kilómetros cuadrados- y afecta a todo el ecosistema hasta transformarlo, pues tapa el sol y reduce tanto los niveles de luz como los de oxígeno, algo altamente perjudicial para peces, pastos marinos y corales.
El sargazo, advierte Van Tussenbroek, aportó al mar Caribe el año pasado un 20 % más de nutrientes que las aguas de los ríos contaminados.
Frente a la invasión de sargazo, la doctora de la UNAM reclama soluciones para atajarlo a tiempo y poder evitar que toque tierra.
«Tenemos que recoger el sargazo en el mar y no permitir que llegue a la costa porque, si llega y se recoge allí, el mal al ecosistema ya está hecho».