Nueva York, 13 dic (EFE).- El activista mexicano Mario Saavedra, cuyo futuro será decidido por un juez de inmigración a principios del 2020, disfruta junto a su familia de la que podría ser su última Navidad en Nueva York, que ha sido su hogar por los pasados 20 años y desde donde se ha labrado una trayectoria de ayuda a los demás.
Como cada año, la familia Saavedra celebrará la Navidad unida, y no faltarán en la mesa los tradicionales tamales en hoja de plátano o el famoso mole de la comida auténtica de Oaxaca, de donde provienen, y que durante diez años han servido en su restaurante La Morada, en el sur del Bronx, que se describe en su página web como «propiedad de un familia indocumentada».
«Siempre es un época bella porque estamos en familia», afirmó a Efe Saavedra, de 29 años, cuya próxima cita en la corte es el 17 de enero, mientras, asegura, disfrutará «a lo máximo» de la Navidad y recuerda que su «lucha continúa» por no ser deportado.
El 17 de enero su abogado y el de Inmigración deberán entregar al juez los documentos que pidió el pasado noviembre, que evaluará y posteriormente informará de su decisión.
«Bienvenidos los refugiados», dice el mensaje en letras rojas en la puerta del restaurante que se ha convertido también en un lugar desde donde la familia ha luchado contra deportaciones, arrestos injustos o problemas que afectan a la comunidad.
Saavedra y sus padres Antonio y Natalia, emigrantes sin documentos, así como su hija mayor, tienen fe de que la solicitud de asilo político que hizo en el 2012 será aceptada.
«Vamos recibir buenas noticias al final de enero», afirma convencido y reitera que de ser negativo apelará la decisión, «pero igual se tiene que disfrutar a lo máximo, estar en familia, nuestras comidas típicas, saborear ese amor familiar, que es lo más importante y la razón por la cual estamos luchando para permanecer en este país».
En Nochebuena se reunirán para abrir regalos y comer en familia igual que el 31 de diciembre y para la Epifanía han sido invitados a participar del tradicional Desfile de Reyes Magos del Museo del Barrio, dedicado este año a los derechos de los inmigrantes.
Aunque está optimista, asegura que siempre piensa en cuál será su futuro y recuerda que la historia de la Navidad «es también una de asilo, de santuario, de un niño Dios que no pudo encontrar un pesebre en Belén y tuvieron que buscar (otro lugar para nacer), y cuando nació refugiarse en Egipto», lo que dice aún continúa con los inmigrantes y las familias separadas en la frontera de EE.UU.
En 2012 Saavedra fue uno de los activistas que se hizo arrestar por agentes de Inmigración para entrar a un centro de detención en la Florida y documentar las condiciones en que estaban los inmigrantes, lo que llamó la atención nacional, y fue llevado luego al documental «Los infiltrados».
Esa acción le colocó en proceso de deportación pero logró la excarcelación de varios inmigrantes. Enfrentó ese reto, recuerda, para brindarles ayuda y mostrarles solidaridad, la que él ha encontrado en la comunidad del sur del Bronx.
Un año después voló a México junto a un grupo de «soñadores» que se denominaron los «Dream 9» y vestidos con sus togas y birretes de graduación intentaron cruzar la frontera a EE.UU, donde fueron detenidos y pidió asilo político alegando que su vida correría peligro si regresa a su país, basado en su activismo y creencias religiosas.
«Ahora lo que se ve es que hay mucho crimen organizado, falta de protección a los ciudadanos y en Oaxaca, mi estado natal, hay mucha persecución por ser indígena», señala.
«De la misma manera que hay mucha lucha (en México) hay mucha represión», afirmó Marco, de origen mixteco, y que por solidaridad con otros indocumentados y su familia no solicitó el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) al que cualificaba.
Sus padres tienen fe de que todo irá bien con su hijo pero con la firme decisión de que si lo deportan, cerrarán el negocio y le acompañarán.
Su madre asegura que «la incertidumbre y el miedo» siempre han existido, pero que ha aprendido a manejarlas, y sostuvo que su familia ha permanecido unida enviado el mensaje de que «sí se puede».
«Siempre le he dicho que no tiene por qué tener miedo porque no sólo él está pasando por eso. Hay 11 millones en la misma situación y yo creo que vamos a estar bien», señaló por su parte su padre, que emigró hace 30 años de Oaxaca con su familia.