Madrid, 18 dic (EFE).- El ilustrador Benjamin Lacombe es pizpireto y alegre, igual que el Karakasa, su Yokai (monstruo japonés) favorito, uno de los muchos que pueblan «Historias de fantasmas de Japón», una suerte de homenaje a esa cultura que adora y que con esta obra de belleza extrema acerca a los lectores.
Lo hace a través de 11 historias de Lafcadio Hearn (1850-1904), el periodista griego a quien Lacombe compara con los Hermanos Green por la importancia de sus cuentos sobre la cultura nipona.
Y de su mano se ha metido de lleno en ella porque, según cuenta en una entrevista con Efe, la cultura japonesa en su conjunto muestra una concepción de la vida que puede servir de modelo a todos.
«En su conjunto -explica- muestra una concepción de la vida de la que todos tenemos que aprender y que a mí me fascina en particular».
Se refiere a esa lección que los Yokais -llamados Yurei cuando adoptan la forma femenina- nos enseñan en estos cuentos: «Lo más ínfimo tiene una consciencia, que arrastra durante siglos, que es que todo tiene valor. No podemos tener esa visión etnocentrista como hombres sobre la tierra, que vemos lo más ínfimo como algo desechable».
Así nos lo demuestran cuentos incluidos en este libro, publicado por Edelvives, como la historia de «Yuki-Onna», donde su protagonista es poseedora de una belleza de extraordinaria blancura que desaparece ascendiendo arremolinada entre la bruma de un precioso paisaje nevado; o la de «El comedor de sueños», donde emergen los baku, monstruos encargados de comerse las pesadillas para que nuestra desgracia o nuestro miedo se conviertan en buena suerte y en dicha.
Y en todos ellos las mujeres y las mariposas como santo y seña de esa pasión que obra tras obra Lacombe pone de manifiesto. Rostros y cuerpos que en «Historias de Fantasmas de Japón» recuerdan a otros títulos como «Madama Butterfly» o «Los amantes mariposa».
Pero, matiza, en ésta hay una «presencia diferente» ya que son los Yurais los que se encargan de darle voz a ese «dolor que vuelve del más allá para contar el rencor que acarrean». Sentimientos que Lacombe dibuja con su particular mirada de mujeres de ojos enormes y miradas infinitas, melenas al viento y figuras fluidas que llenan toda la página como si de magia se tratara.
Dada esta pasión por la mujer, Lacombe no puede hacer otra cosa que cuestionarse: «Cuesta mucho pensar cómo hemos tardado tanto en darle presencia femenina a las mujeres».
En este nuevo volumen, el francés (París, 1982) va a más en su dibujo caricaturesco -por algo se trata de su «libro favorito»-, porque, de la mano de estas historias, los pequeños y grandes monstruos de la cultura japonesa han tomado otra dimensión cercana a la ensoñación.
Según recuerda Lacombe, esta afición por todo lo que tiene que ver con Japón -país al que ha viajado en varias ocasiones- se debe a que creció en una generación con una «gran presencia» del anime y del manga.
«Veía la presencia de los Yokai en numerosas películas pero no acababa de entender qué significaban y es ahí donde yo me sumergí en un verdadero proceso de documentación, para poder aportar más material», matiza acerca del trabajo de documentación que hay detrás de este libro, que, pese a que la autoría de los textos es de Lafcadio, propone al final un material que explica más sobre estos monstruos.
Lacombe ha vuelto a demostrar por qué es en la actualidad uno de los niños bonitos de la ilustración europea, uno de los autores más demandados gracias a un estilo único que ha sabido diferenciarse de la línea que inició la también ilustradora francesa Rebeca Dautremer.
Por Pilar Martín.