Miquel Muñoz
México, 11 nov (EFE).- «Me gusta trabajar aquí. Yo soy mesero, atiendo a la gente. Me piden comida, cafés, jugo… Cuando llego a una mesa, me presento y les tomo la orden», explica este lunes a Efe con normalidad Sergio, uno de los trabajadores con síndrome de Down de la cafetería «El sueño de Frida», en el sur de Ciudad de México.
Las palabras de Sergio, por normales, pudieran parecer extrañas en una persona que padezca este síndrome. Sin embargo, la intención de la fundación Mosaico Down, propietaria de esta cafetería, es demostrar que esas afectaciones son compatibles con una vida independiente.
«El objetivo de la fundación es que los chicos puedan acabar viviendo por su cuenta», dice a Efe su directora general, Yesenia Escudero, aunque admite que «México es un país que todavía tiene muchos tabús» al respecto.
«El sueño de Frida», cuenta Escudero, es «la culminación» de los proyectos que hace cinco años empezó a poner en práctica la ONG Mosaico Down, que trabaja con niños desde los 45 días a adultos jóvenes.
La cafetería nació el pasado agosto como paso natural, tras el éxito del emprendimiento «Catering con alma», un servicio pensado para que los chicos que acuden a la ONG pudieran aplicar lo aprendido en la carrera técnica en gastronomía, parte del programa educativo de Mosaico Down.
«En este establecimiento, ellos ya ponen en práctica todos sus conocimientos, pero además ya tienen un sueldo, unas prestaciones laborales, un horario y ese es el camino hacia la independencia», destaca la responsable.
El equipo de «El sueño de Frida» está conformado por ocho trabajadores con síndrome de Down, dos con discapacidad intelectual y dos monitores, uno por cada turno de apertura (el primero es de seis de la mañana a dos de la tarde, y el segundo de dos de la tarde a diez de la noche).
Ángela, empleada en la cocina del local, cuya comida favorita son las enchiladas, de las que resulta una gran conocedora, explica la importancia de tener un sueldo y para qué lo emplea.
«Yo compro cosas para mi mamá, para mis hermanos y para mí también, cuando tengo dinero; ahora estoy ahorrando para comprar algo de la tienda, comida y materiales», revela en un descanso tras el ajetreo del turno de desayunos.
Mientras Sergio y Ángela atienden a las cámaras de Efe, la actividad no para en la cafetería: María Leticia, clienta habitual del local, ha invitado a sus amigas para celebrar su cumpleaños en «El sueño de Frida», atraída por el cálido ambiente que se respira.
«Nos gusta el lugar, nos gusta el ambiente y el servicio es excelente. Los chicos atienden y se desenvuelven muy bien. Son muy naturales», celebra María, que no quiere revelar cuántos años cumple.
Las amigas de la cumpleañera, sentadas en la mesa más grande de la planta baja, coinciden en destacar lo cómodo del lugar y, sobre todo, como subraya Rosa María mientras apura su café, el buen servicio, porque, precisa, «los meseros tratan a la gente como si fueran conocidos».
Pese a la intriga por la edad de María, varios camareros acuden a su mesa, interrumpiendo la charla, para sorprenderla con un trozo de tarta (pastel) y una vela, mientras los clientes de las mesas de alrededor también se arrancan a cantar «Las mañanitas», canción de cumpleaños en México.
Para Yesenia Escudero, la naturalidad de los jóvenes al tratar con los clientes es una de las mejores noticias de los tres primeros meses de actividad, ya que la socialización es un punto débil de este colectivo, que supone, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el 6,4 % de la población mexicana.
«Cuando empezamos el proyecto, los chicos estaban muy nerviosos. A algunos todavía les daba reparo acercarse a las mesas a saludar y a tomar el pedido, pero ahora ya están muy desenvueltos. Llegan muy confiados en lo que saben hacer», enfatiza Escudero.
En este sentido, la directora del proyecto destaca la satisfacción de las familias de sus empleados, porque, según apunta, trabajar allí les ha dado una «mayor independencia, porque conocen más gente y tienen amigos».
«Algunos de los chicos incluso vienen solos al trabajo en transporte», se felicita Escudero, aunque cuenta que la gran mayoría todavía llegan acompañados por sus familias, que son, en sus palabras «el impulso más importante para que estos chicos puedan salir adelante».
Durante el año 2018 nacieron 689 bebés mexicanos con síndrome de Down, de acuerdo con los datos oficiales del Gobierno, unos recién nacidos que aspiran a un futuro mejor gracias a la estela de ejemplos como «El sueño de Frida», como confirma la directora general de la ONG.
«Vienen a tomar algo muchas familias con niños pequeños con discapacidad intelectual, con un halo de esperanza, para ver lo que sus hijos podrán hacer cuando sean mayores», reconoce.
Al oír esas palabras, resulta inevitable acordarse de Ángela recitando recetas de memoria, para que no se le pase ningún detalle, o de Sergio presumiendo de su buena relación con los clientes, que a él siempre le «dan propina».