México, 24 nov (EFE).- Cuando Francisco Rojas vivía en Estados Unidos no podía trabajar en algo más que una construcción o un restaurante por ser indocumentado, una vida que dejó atrás hace seis años para volver a México, donde ahora es programador gracias a la escuela Hola Code, en la capital mexicana.
«No podía trabajar o ser libre. No quiero vivir así. Soy un tipo inteligente y sé cómo moverme, así que prefiero estar en un lugar donde pertenezca, donde aprecien mis habilidades, invertir y hacer algo mejor de mi vida», comenta en entrevista con Efe Rojas, quien partió de Cholula (Puebla) a Estados Unidos cuando tenía dos años.
Rojas es uno de los 70 graduados de Hola Code, un programa en Ciudad de México que cumple dos años de enseñar desarrollo de software a migrantes retornados y deportados que necesitan rehacer su vida en un país al que pertenecen, en teoría, pero del que mucho no tienen memoria.
Se estima que más de 301.000 mexicanos regresaron de forma voluntaria o involuntaria de Estados Unidos entre 2013 y 2018, según la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Enadid), del Instituto Nacional de Estadística y Geografía mexicano (Inegi), que en el periodo de 2009 a 2014 contabilizó 556.000 retornados.
Este flujo migratorio en lugar de ser una «carga» es una oportunidad a la que el Gobierno y la sociedad no respondían de forma adecuada, señala Aída Chávez, integrante inicial de Hola Code, un proyecto que nace con la idea de ver a la migración como una contribución económica y social.
«Nos dimos cuenta de que había una creciente demanda de ingenieros e ingenieras en software y esta demanda no estaba siendo cubierta. Y después vimos que la migración de retorno además tenía esta característica muy importante de ser bicultural, completamente», menciona Chávez.
ALTA TASA DE INSERCIÓN
Con esta mentalidad, el equipo de Hola Code trajo a México un currículum de Sillicon Valley, la meca de las empresas tecnológicas en California, Estados Unidos, para promover la reinserción laboral y la inclusión financiera de los mexicanos retornados a través de la integración y no del asistencialismo.
Las tres generaciones graduadas tienen una tasa de inserción laboral de 81 % y un salario mensual promedio de 23.000 pesos (1.187 dólares), afirma Chávez, tres veces más que lo que ganan en los centros de telemarketing, donde los migrantes retornados suelen trabajar por sus habilidades bilingües.
Chávez, especialista en migraciones, pide ver esto como un intercambio y no como una «ayuda», pues esta comunidad aporta al país una «remesa social» al aportar sus habilidades a las organizaciones y empresas tecnológicas a las que llegan a trabajar y con las que Hola Code tiene alianzas.
«Quizá no regresa con el dinero, como nosotros concebimos tradicionalmente a las remesas, pero regresa con habilidades y que contribuyen una vez más a las sociedades», detalla.
Un ejemplo de esto es Leni Álvarez, la jefa de reclutamiento de Hola Code, quien volvió a México hace 10 años desde Florida, donde había migrado cuando tenía dos años junto a su madre y su hermana de ocho meses.
Álvarez se sumó al proyecto tras viajar a Ciudad de México desde Veracruz, donde vivía con parte de su familia, para marchar por los derechos de los migrantes retornados, una comunidad que necesita de innovación para salir de «de las sombras».
«Muchas veces ha sido simplemente esa falta de oportunidad. Tenemos estudiantes que trabajaban en los campos, en construcción, en restaurantes, que nunca se veían siendo ingenieros porque nunca tuvieron esa oportunidad. Y aquí a México regresan, ven esto y dicen ‘quizá puedo redefinirme'», indica.
La joven mexicana pide a la sociedad ver a Hola Code como un ejemplo de movilidad social, una razón por la que el proyecto está en rediseño para expandirse, acoger a una porción más amplia de la sociedad y transformarlo de un programa solo en inglés a uno bilingüe.
Tanto ella como Rojas creen que la sociedad mexicana «aún está en camino» para aceptar a su comunidad, algo que puede cambiar con la visibilidad que aporta este tipo de proyectos, que se ha vuelto una familia para ellos.
«Quiero crear una bienvenida a México que a mí me hubiera gustado recibir cuando llegué. Y siempre el trabajo que hago dentro de mi comunidad es con el pensamiento de poder crear un espacio», reflexiona.