Madrid, 10 oct (EFE).- Es decir «Johan Sebastian Mastropiero» y se oye la carcajada porque es así como empiezan muchos de los gag de Les Luthiers, peritos desde hace 52 años en ingenio de «qualité», como ellos dicen, el mismo que hoy les ha franqueado la Caja de las Letras del Cervantes, a la que han legado el «secreto» de su humor.
Cuando la formación cumpla 75 años, es decir, el 4 de septiembre de 2042, ya será «dificilillo» que esté presente alguno de sus fundadores -Carlos López Puccio, Jorge Maronna y los ya fallecidos Daniel Rabinovich y Gerardo Masa-, pero no será hasta entonces cuando se abra el cofre 1224, en el que hoy han depositado su legado.
Su más de medio siglo de ironía, crítica social, humor, educación exquisita, dominio del lenguaje y talento musical, se han traducido en un depósito para la posteridad de varios libros, todos sus DVD, partituras, una estatuilla de los «prestigiosos» premios Mastropiero, programas de mano y fotografías.
En nombre de Les Luthiers, que mañana estrenan en Madrid «Viejos Hazmerreíres», los «viegésimos» López Puccio (1946) y Maronna (1948) explicaron a los asistentes, entre ellos Joan Manuel Serrat, Daniel Samper, Miguel Ríos o Rosa León, el significado de cada objeto y luego, acompañados del resto de la formación, participaron en una mesa redonda abierta por la vicepresidenta del Gobierno de España en funciones, Carmen Calvo.
«Les tenemos que agradecer su inmenso talento desde la elegancia, ahora que compiten con los más zafios, los más burros», señaló Calvo, que destacó «su finura inmensa pero también su sencillez para llegar a cualquier tipo de público».
Hay, añadió, «una belleza profunda» y «trascendencia» en su trabajo y ha agradecido «en nombre del Gobierno» una labor que profundiza «en el sentido de nuestra democracia y en el significado de la cultura».
El escritor colombiano Daniel Samper, biógrafo del grupo, recordó varias anécdotas de su trato «de tantos años» con los argentinos, que «merecen» ocupar después de sus 35 espectáculos no solo una caja fuerte en la cámara acorazada del Cervantes sino «un sofá» en la Real Academia.
Empezaron, allá por 1964, con la ida de hacer un pequeño recital humorístico en una fiesta de estudiantes pero su parodia de la música barroca, con la referencia continua al «maestro Mastropiero» como excusa para sus barrabasadas intelectuales al compás de instrumentos como el «nomeolbídet», la «exorcítara» o la «desafinoducha» fue un gran éxito que les ha acompañado desde entonces.
«Con Les Luthiers las palabras viajan en primera clase», aseguró Samper, que les «ha ayudado» a «traducir» sus juegos verbales fuera de Argentina, lo mismo que ha hecho el periodista y escritor español Alex Grijelmo.
«No soy lingüista pero sí español y a veces me comentaban determinadas dudas pero las correcciones han sido un 0,05 por ciento», precisó Grijelmo, que ha resaltado la «destreza instrumental» del grupo y, sobre todo, su «talento» para hacer humor con la ambivalencia de las palabras como cuando hablan de la visita a la biblioteca de una condesa de la que les apasionan sus «volúmenes».
Serrat, que confesó que estaba «muy feliz» y «muy contento» porque era «una fiesta de amigos» y porque «no tenía que cantar», recordó que él fue empresario de los argentinos en su primera actuación en Barcelona y luego lo fueron ellos cuando él volvió tras diez años de ausencia en Buenos Aires: «nos tenemos un cariño enorme», confesó.
Durante el acto se ha proyectado el vídeo de la actuación de El Tricicle en un sketch de Les Luthiers en una actuación en Barcelona.
Los «hijos trillizos idénticos de Mastropiero», es decir, Carles Sans, Joan Gracia y Paco Mir, explicaron que aquella ha sido su única colaboración a pesar de que han intentado «muchas veces» hacer cosas juntos.
Seguros de que comparten el mismo tipo de público, Sans ha pedido al grupo argentino, ahora que El Tricicle ha decidido que este será su «último año en activo», trabajo: «seremos tres parados y nos encantaría ofrecernos como actuantes porque nos falta ser Les Luthiers», bromeó entre las risas del público que abarrotaba el salón de actos del Cervantes.
Concha Barrigós