México, 2 sep (EFE).- A sus 11 años, Aranza explica casi de manera médica su enfermedad: «tengo cáncer, es una enfermedad donde las células de mi cuerpo se replican sin control y por eso el medicamento tiene que matarlas», cuenta a Efe con desenvoltura.
Con delicadeza toca su frente, afectada por el linfoma que le fue detectado después de que chocara con una compañera de la escuela y que provocó una hinchazón que no desaparece «después de meses y meses».
Cuando fue atendida por primera vez, le fue retirado el tumor y recibió tratamiento con quimioterapias, pero poco tiempo después tuvo una recaída.
«El medicamento se encarga de matar las células malas, pero las mías no se murieron, solo se escondieron, por eso recaí», explica.
Aranza es una de los casi 150 pequeños con cáncer que atiende anualmente el servicio de oncología del Centro Médico Nacional «20 de Noviembre» (CMN) de México.
«El cáncer es un problema de salud pública en México ya que representa la primera causa de muerte por enfermedad en niños en el país», detalla a Efe la jefa de dicho servicio, la doctora Farina Arreguín.
Agrega que en México existen entre 5.000 y 6.000 nuevos casos de cáncer infantil (0 a 18 años) al año.
Según cifras oficiales, esta enfermedad se cobra más de 2.000 vidas anuales en México, pese a que, de ser detectado a tiempo, tiene una sobrevida global del 56 %, pero en el país esta cifra desciende al 50 %.
El problema, asegura la especialista, es que hay una falta de diagnóstico oportuno, hay un alto índice de abandono de tratamiento, sobre todo en los adolescentes, escasez de oncólogos pediatras y una baja inversión en salud que agravan aun mas el problema.
«Sabemos que 8 de cada 10 casos de cáncer infantil se pueden curar, pero el retraso en el diagnóstico es alto, ya que un 65 % de los casos llegan en etapas avanzadas», lamenta la doctora.
En promedio, explica Arreguín, los papás tardan 105 días para llegar al médico especialista, lo que reduce las probabilidades de cura.
Ante este panorama, la especialista dedicó su tiempo a buscar la manera de derribar las barreras burocráticas que existen para que los niños cuenten con un diagnóstico más temprano y para ello, desde hace poco más de dos años, diseñó una reingeniería del sistema de atención en el centro hospitalario.
Entre las herramientas que implementó está la capacitación de papás y maestros para detectar los síntomas oportunamente con una comunicación directa con el personal médico y una mejor capacitación de los médicos de primer contacto.
«Pero lo más importante ha sido humanizar al personal y generar empatía con los pacientes», asevera la experta.
Gracias a ello, desde que cambió el giro de la atención, se ha logrado en los pacientes de ese Centro Médico aumentar la sobrevida global al 64 % ya que los pacientes llegan más oportunamente.
En el servicio, también se ha logrado que el personal, desde quienes limpian las áreas, hasta las enfermeras, trabajadora social, tanatóloga y doctores estén más sensibilizados y conscientes de su trabajo.
Así, no solo se encargan de atenderlos, sino también de cumplir sus sueños como conocer a artistas, futbolistas, cantantes además de buscar la manera de sobrellevar la batalla de esta enfermedad de una manera divertida e informada.
«Hablamos con los pacientes, más que con los papás y les explicamos la situación para que entiendan y estén conscientes de lo que está pasando con ellos», explica.
A la par, la experta también creó la Estrategia Nacional Clínica de Supervivientes a cáncer pediátrico del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), que da un seguimiento a los pacientes durante 10 años hasta que están totalmente libres de la enfermedad.
«Recientemente tuvimos los primeros 10 ‘graduados’, quienes fueron dados de alta porque superaron ya el cáncer», afirma la doctora.
La especialista resalta la necesidad de un espacio como este, ya que está comprobado que el 90 % de los niños que se curan de cáncer tienen secuelas no solo físicas, sino emocionales, principalmente de autoestima.
Aunado a ello, un niño que padece esta enfermedad, suele desarrollar en su vida adulta secuelas hormonales, alteraciones en la talla, problemas musculoesqueléticos, secuelas en riñones, problemas auditivos y de fertilidad.
Es por eso que en ese servicio también existe un programa de preservación de espermatozoides y óvulos antes de las quimioterapias.
Dado el éxito de este programa se pretende que sea replicado por otras instituciones que han consultado a la doctora Arreguín para aprender del programa.
«Queremos que esto se extienda a otras instituciones pero se necesita disposición de las autoridades, invertir en investigación, capacitación, salarios dignos y sensibilización, solo así podremos avanzar», concluye.