Venecia (Italia), 3 sep (EFE).- Sostiene Vaclav Marhoul que la luz es solo visible en la oscuridad. Así ha justificado en la Mostra la brutalidad extrema que refleja «A painted bird», adaptación de la novela homónima de Jerzy Kosinski sobre el periplo de un niño judío alejado a la fuerza de sus padres durante la II Guerra Mundial.
Durante la primera proyección de prensa, decenas de personas abandonaron progresivamente la sala, ante la sucesión de atrocidades que muestra el filme y que debe confrontar el protagonista: palizas, violaciones, suicidios, maltrato animal, etcétera.
Rodada en blanco y negro, en 35 milímetros, el impacto en el espectador es aún mayor debido al contraste entre la violencia que retrata y la belleza de las composiciones a lo largo de sus casi tres horas de duración.
«La gente dirá que estoy loco, pero esta es una película sobre el amor, el bien y la humanidad», ha asegurado su director, «habrá gente que diga que es violenta, pero la violencia es sólo el marco de la pintura, la pintura es el niño, su lucha por respetarse a si mismo y, sobre todo, lo que echamos de menos, que es precisamente el amor y la humanidad».
Marhoul ha trabajado durante once años en este proyecto. «Lo sentí al leer las tres primeras páginas de la novela, supe que contenía una historia universal, sobre el bien y el mal, sobre todos nosotros y nuestra lucha», ha dicho.
Lo que no sabía es que a la hora de su estreno iba a ser más actual que nunca. «Vienen malos tiempos para Europa, con la gente que está en el poder, los populistas, que traen odio, en Hungría, en Polonia, en Rusia, no quieren escuchar a otros. Espero no tener razón pero sí creo que la película tiene un mensaje muy actual».
Sobre el uso del blanco y negro ha dicho que le sirve para ganar verosimilitud y en cuanto a la duración, que lo pedía la historia. El primer montaje era de casi cinco horas.
En los escasos diálogos del filme Marhoul (suman 9 minutos de los 169 de duración) ha utilizado un esperanto inventado para los países eslavos. El motivo, ha explicado, es que no quería asociar la historia a ningún país en concreto, más aún por la polémica que rodeó al autor del libro en su día.
Kosinski hizo creer a los lectores que la historia era autobiográfica, lo que pudo influir en la acogida que tuvo.