Chichén Itzá (México), 3 sep (EFE).- Los rayos del sol bañan con intensidad la zona arqueológica de Chichén Itzá, en el oriente del estado mexicano de Yucatán, donde tres restauradoras mexicanas están a punto de terminar uno de los proyectos más ambiciosos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
La luz de Kin, el dios sol de los mayas, da una tonalidad diferente a los tres edificios en restauración, El Juego de Pelota, El Templo de los Guerreros y La Iglesia, como si aprobara la participación de arqueólogos de España, Francia y Alemania.
«Es el primer proyecto de restauración integral que se realiza en esos edificios con técnicas de intervención», explica a Efe Eduardo López Calzada, delegado del Centro INAH Yucatán.
El Proyecto Integral de Restauración Chichén Itzá 2019, que comenzó el 1 de julio pasado, se realiza con parte de los 17 millones de pesos (847.669 dólares) que otorgó al INAH el Patronato de las Unidades Turísticas de Yucatán.
Con esos recursos «estamos interviniendo a profundidad edificios de Chichén Itzá, Uxmal, Izamal, Kulubá y Dzibilchaltún; algunos de esos sitios tendrán nuevos señalamientos y recuperarán su majestuosa belleza».
Para Claudia Ocampo Flores, restauradora del Juego de Pelota, la satisfacción es enorme «porque desde 1930 no se realizaban trabajos a profundidad en el enorme centro ceremonial maya que mide 150 por 40 metros y cuenta con seis relieves en las banquetas».
El orgullo aflora en el rostro de la joven restauradora cuando turistas de Alemania, España, Estados Unidos, Bélgica, Francia, Rusia, Canadá y Singapur y otros países se asombran con el relato de la escena central que muestra a Ah Puch, el dios maya de la muerte.
A un lado está un guerrero-jugador que tiene en su mano la cabeza del contrincante perdedor que está de rodillas. «No sabemos si son mayas contra toltecas porque la decoración de los jugadores es muy parecida», indica.
Del cuello del decapitado brotan siete serpientes que dan vida con su sangre a un árbol. «Eso nos habla que los mayas veían el sacrificio como dador de vida», explica.
En las entrañas de Chichén Itzá, donde los rayos del sol no llegan, también se guardan tesoros para la humanidad, que quizá en los próximos años se vuelvan a abrir a los miles de visitantes que anualmente llegan para conocer una de nuevas maravillas del mundo.
«En la subestructura del Templo de los Guerreros nos enfocamos a la intervención integral de los elementos pictóricos en los pilastrones que, a diferencia de lo que hay afuera de la zona arqueológica, aún conservan su policromía, el arte de pintar o decorar con varios colores», explica la restauradora Claudia García Solís.
La relevancia de los trabajos que realiza la doctora del Centro INAH Yucatán radica en que «todo es original». El sitio muestra la técnica que usaron los mayas en piedras de cantera suaves y homogéneas, lo que les permitió labrar, lechar con cal y pintar con pigmentos naturales, como óxido de hierro.
Los pilastrones, iluminados también con el típico azul maya, «tienen relevancia en el sentido universal porque Chichén Itzá es un patrimonio mundial de la humanidad que muestra el esplendor de la arquitectura y las manifestaciones de la antigua civilización», dice García.
Para la especialista, la huella que dejaron pintores, escultores y arquitectos mayas en Chichén Itzá -que según el arqueólogo Juan Octavio Juárez Rodríguez recibe al año más de 2,7 millones de visitantes- es uno de los mayores logros de la humanidad.
Chichén Itzá vive un momento histórico «gracias al ingenio de hombres y mujeres que dejaron plasmados sus valores universales en los glifos y personajes grabados en las piedras que podrían ser guerreros o dioses», sostiene.
En la selva que rodea las 1.547 hectáreas donde se asienta la zona arqueológica que más visitantes recibe en Yucatán, el sol que se cuela entre los árboles regala siluetas que parecen desaprobar la presencia de más de 1.200 vendedores ambulantes que atiborran a los turistas con objetos creados en China.
El recorrido de la zona central de Chichén Itzá permite disfrutar La Casa Roja y El Observatorio, cuya majestuosidad crece con la luz solar y no se opaca ni con la presencia de los vendedores ambulantes, en cuyas mesas se observan anillos de alpaca, guerreros, calendarios mayas, cobertores, camisetas, pantaloncillos y cualquier artículo inimaginable que no tiene nada que ver con la antigua civilización, muchos con el famoso «Made in China».
A cada paso de los cuatro kilómetros que separan el Templo de los Guerreros de La Iglesia, la restauradora Karla Martínez López no oculta su admiración por la belleza arquitectónica del lugar, especialmente el edificio que ella rescata con el apoyo de arqueólogos mexicanos y extranjeros.
La Iglesia «es uno de los edificios más bonitos de estilo mosaico del Clásico Temprano (900 d.C.)», expresa.
Asegura que nunca se habían hecho trabajos en el inmueble que muestra rostros de Chaac, el dios de la lluvia, y que a pesar del tiempo «nunca estuvo derrumbado».
Mucha gente desconoce el edificio, «quizá porque está en la parte más alejada de la zona arqueológica, pero es un lugar hermoso donde los mayas realizaban sus ceremonias», dice.
Como para remarcar la importancia del lugar, los rayos dan esplendor a los «estucos originales» y «a la piedra expuesta con bellos acabados arquitectónicos», puntualiza.