Bruselas, 6 sep (EFE).- La fotógrafa belga Régine Mahaux, retratista privada de la familia de Donald Trump, explica en una entrevista con Efe que no le sorprendió el ascenso al poder del presidente de Estados Unidos, a quien define como un gran comunicador cuando se coloca delante de su objetivo.
«Nunca le subestimé. Desde el mes de enero del año de las elecciones entendí que era posible» que ganara los comicios en noviembre 2016, dice Mahaux (Lieja, 1961) sobre el inquilino de la Casa Blanca, a quien acompañó con su cámara durante la campaña electoral que le convirtió en presidente de los Estados Unidos al derrotar a la demócrata Hillary Clinton.
La relación de Mahaux con la familia Trump se inició en 2006 gracias al trabajo de la fotógrafa belga con «famosos» estadounidenses, entre ellas la primera esposa de presidente, Ivana Trump.
Continuó después con su actual esposa, Melania, y finalmente llegó a retratar al magnate, estableciendo una relación artística que se mantiene en la actualidad.
«Es muy profesional, como todo el mundo de ese nivel. Es perfecto y hace su trabajo con inteligencia, como un verdadero profesional. Es un buen comunicador», comenta al respecto del papel del presidente estadounidense como modelo fotográfico.
Donald Trump no forma parte de las 28 imágenes de la muestra «Hors Cadre» que se expone hasta el 15 de septiembre en el Palacio de Bellas Artes de Bruselas, en la que Mahaux mezcla retratos de habituales del papel couché, como Elisabetta Canalis, Jessica Simpson, Paris Hilton o Christina Aguilera, con escenas callejeras con mucha piel y poca ropa de la comunidad LGTB en San Francisco y Nueva York.
«Me gusta mucho mostrar la apertura de América, una civilización llena de paradojas. A los famosos les encanta exponerse y a la comunidad LGTB también. Están en la calle sin fronteras y sin juicios. Me interesaba esa paradoja. Muestra que América es un poco el país de todas las libertades», explica Mahaux.
En contraposición a las sociedades europeas, dice la fotógrafa, la estadounidense «es una sociedad más exótica, extrema, grandiosa».
«Hay menos límites en todo. Hay menos fronteras, más apertura. Van hasta el final», resume.
Sus fotografías de Donald Trump, escenas familiares del multimillonario en su universo de lujo extremo y paredes doradas, no forman parte de la exposición, ni tampoco las que ha tomado a lo largo de los años de Melania, como el primer retrato oficial de la primera dama que distribuyó la Casa Blanca en 2017.
Pero la muestra sí incluye una imagen de Ivana Trump en bikini colgada de un helicóptero en Palm Beach (Florida) forrado con la bandera de barras y estrellas de Estados Unidos.
Los famosos, explica la fotógrafa de Getty Images, se colocan ante las cámaras de los retratistas como «en el siglo XVII cuando se hacían retratos al óleo».
«De todas formas, les persiguen los ‘paparazzi’. Si deciden colaborar con la prensa, muestran lo que quiere mostrar. El retrato es un arma considerable», dice.
Por eso las grandes figuras de la política cuidan tanto su imagen, aunque ni es un fenómeno nuevo ni se le puede atribuir a internet y las redes sociales, razona la fotógrafa.
«Siempre ha sido importante. En la época de Mitterrand era importante y en la de Kennedy también», dice sobre el que fuera presidente de Francia entre 1981-1995 y el que presidiera Estados Unidos entre 1961-1963, ambos fallecidos mucho antes de que aparecieran las sociedades digitales.
Según Mahaux, a quien le hubiera gustado fotografiar al filósofo de la Ilustración Voltaire o al propio Kennedy, el político internacional que mejor gestiona actualmente su imagen es el presidente ruso, Vladimir Putin, porque, al igual que Donald Trump, es un «profesional».
Por Javier Albisu