México, 16 sep (EFE).- Una portentosa explosión, lluvia de fuego, tsunamis y un enfriamiento global componen una historia registrada en el cráter de Chicxulub, formado por el asteroide que arrasó con 75 % de la vida en la Tierra y trajo consigo el auge de los mamíferos y, en última instancia, el advenimiento de los humanos.
El análisis de muestras de rocas extraídas del cráter por una expedición internacional en 2016, cuyos resultados fueron publicados el pasado 9 de septiembre en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (PNAS), abre una ventana sin precedentes al momento del impacto del asteroide hace 66 millones de años y sus secuelas inmediatas.
Las muestras, en particular un segmento de 130 metros obtenido de un anillo de picos en la parte central del cráter frente a las costas del estado mexicano de Yucatán, contienen rocas fundidas y fragmentadas por el impacto, dispuestas en una secuencia que brinda a los investigadores una narrativa de los hechos.
«La formación de cráteres de gran tamaño ocurre en tiempos cortos de segundos a minutos e involucra la excavación de una cavidad transitoria de unos 100 kilómetros de diámetro y profundidades del orden de más de 25 kilómetros, con la fragmentación y expulsión de material», explicó a Efe el doctor Jaime Urrutia Fucugauchi, uno de los líderes de la investigación.
Urrutia, investigador del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que ha estudiado el cráter de Chicxulub por décadas, indicó que «la nube y cortinas de material expulsado colapsan y forman los depósitos de brechas (rocas sedimentarias formadas por fragmentos angulares de piedra)».
Añadió que las elevadas temperaturas y presiones generadas propician también la formación de una capa de roca fundida.
La roca basal rebota inicialmente tras el impacto y se eleva decenas de kilómetros y, finalmente, colapsa formando el anillo de picos, «con desplazamientos laterales y verticales y la formación del cráter con diámetro de unos 200 kilómetros», indicó.
Los investigadores estiman que el asteroide chocó con la fuerza de 10.000 millones de bombas atómicas como las de Hiroshima y Nagasaki, generando una explosión descomunal y un gigantesco tsunami que se expandió miles de kilómetros desde el punto de impacto, incluso sobre masas continentales.
La energía térmica liberada -y quizá también las rocas incandescentes expulsadas al caer de regreso a tierra- habría causado incendios globales, como indica el hallazgo en las muestras de carbón vegetal, llevado hasta el cráter por el reflujo de las aguas del tsunami inicial.
TRAS EL FUEGO, UN INVIERNO GLOBAL
Pero acaso lo más relevante en las muestras es lo que no se encontró en ellas. Pese a la alta concentración de minerales sulfurosos en el área, no se hallaron residuos correspondientes de azufre.
Ello sugiere que el golpe del asteroide vaporizó estos minerales y los liberó en forma de aerosol en la atmósfera, donde reflejaron la luz solar hacia el espacio exterior, causando un drástico enfriamiento planetario. Los científicos calculan que al menos 325.000 millones de toneladas fueron liberadas por el impacto.
Ciertamente los incendios pudieron causar parte de la gran mortandad que siguió a la caída del asteroide, pero el frío subsiguiente fue el agente principal de la extinción de los dinosaurios y de la mayor parte de las otras formas de vida que entonces existían en la Tierra, de acuerdo con los investigadores.
«La extinción masiva afectó a más del 75 % de especies en mares y continentes y marca un cambio evolutivo mayor con la emergencia de nuevas especies y la reorganización de ecosistemas. Las especies sobrevivientes se diversificaron en los siguientes millones de años», apuntó Urrutia.
A su vez, el profesor Sean Gulick, investigador del Instituto de Geofísica de la Universidad de Texas en Austin y autor principal del artículo en PNAS, señaló que «el sistema de vida en la Tierra ha pasado por cambios importantes a través de la historia del planeta».
«Estos cambios no son solo un lento progreso de la evolución, sino que pueden ser súbitos en forma de extinciones masivas, como un reinicio de los nichos ecológicos del mundo, y la evolución ayuda entonces a llenar los nichos recién creados», dijo a Efe vía correo electrónico.
Apuntó que el impacto de Chicxulub dio lugar el auge de los mamíferos «y también la evolución de sobrevivientes como las aves, que fueron los dinosaurios que superaron el evento de extinción».
Por su parte, el doctor José Luis Vera Cortés, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y experto en evolución humana, destacó el papel de las contingencias ambientales en la evolución biológica y en el propio ascenso de Homo sapiens.
«Pequeñas o grandes modificaciones del escenario en que surgió y se desarrolló la vida generaron efectos imprevisibles en la escala de tiempo geológica», dijo a Efe.
Señaló que la desaparición de los grandes saurios «tuvo consecuencias inesperadas que, entre otras cosas, posibilitaron la proliferación de mamíferos pequeños que, como seres oportunistas, se diversificaron hasta permitir el surgimiento de seres inteligentes y de intensa vida social como los primates y, con ellos, la emergencia de los humanos».
«Solo después de millones de años, la trama de la vida adquiere la coherencia que hoy reconocemos; en su momento solo implicó el triunfo azaroso y excepcional de lo posible sobre lo improbable», puntualizó.