Monterrey (México), 20 sep (EFE).- Cuando Ana Baquedano tenía 16 años, su expareja publicó una foto de ella desnuda, un hecho que si bien primero le hizo contemplar el suicidio, ahora la ha convertido en una luchadora contra la pornovenganza y por el derecho a la intimidad en México.
Baquedano, del suroriental estado de Yucatán, estaba «muerta de miedo» porque su imagen circuló en su escuela, su gimnasio, la calle y hasta lugares donde pasaba las vacaciones, cuenta en entrevista con Efe previo a su participación este viernes en el foro He For She en la norteña ciudad de Monterrey.
«Me estaba vulnerando el que yo sintiera que mi vida no valía nada si alguien veía mi cuerpo desnuda a través de una foto, que yo sintiera que no contaba con el apoyo de nadie, que yo había puesto mi vida en las manos de alguien más», relata.
Con el apoyo de su familia y de terapia sicológica, Baquedano, ahora de 24 años, entendió que no era culpable, sino una víctima, por lo que convirtió su historia en «una herramienta» para que otras mujeres no atravesaran por una experiencia similar.
Pero al recorrer escuelas de su estado y escuchar historias de decenas de adolescentes que afrontaban el mismo problema, descubrió que había un vacío legal que impedía que las víctimas denunciaran este hecho violento.
«Es importante que la ley reconozca este tipo de delitos porque es tu derecho contar con la protección del Estado cuando te están haciendo daño y el criterio para saber si algo debiera ser un delito o no es si implica un daño a alguien o a la sociedad en su conjunto», argumenta.
Gracias a su activismo, el Congreso de su estado aprobó una ley para tipificar como crimen la «pornovenganza» y el ciberacoso, lo que ha producido «un efecto dominó» en otras entidades, como Chihuahua, Querétaro, Puebla, Jalisco y Estado de México.
Sin embargo, la estudiante de psicología lamenta que la reforma haya producido «exactamente cero sentencias» debido a los «índices terribles de impunidad» y la ignorancia en ciberseguridad en México.
«Es un poco frustrante porque muchas personas creen que porque está la ley se solucionó el tema y no. Pero para lo que sí sirvió es para que la gente entienda que está mal», reflexiona.
Baquedano afirma que la ley «cambió el chip» de la sociedad de Yucatán y de otros estados con reformas similares, pero que la política requiere más jóvenes porque ellos entienden que las redes sociales son una extensión de la intimidad de las personas.
«Las redes sociales necesitan sí o sí estar incluidas en la agenda pública. La colaboración con las plataformas es fundamental para la impartición de justicia y para la protección de la ciudadanía», comenta.
Aunque la activista señala que cualquier persona puede ser víctima de pornovenganza y ciberacoso, aclara que más del 90 % de las víctimas son mujeres y la mayoría de los agresores son hombres.
Explica que la violencia contra ellas es mayor por el «juicio social y el linchamiento moral» que padecen por la vulnerabilidad que se asocia con el desnudo femenino y el valor que se da a la «pureza de las mujeres».
«Entonces, este es un delito de género porque ocurre principalmente por motivos de género porque se cree que los cuerpos de las mujeres son objetos intercambiables que están para el uso, consumo y disfrute de toda la sociedad», expone.
Esta problemática se agrava más si cabe la violencia contra la mujer en México, un país donde cada día son asesinadas 10 mujeres y se registran dos violaciones cada hora.
A la joven también le parece importante que las leyes reconozcan el derecho a la intimidad porque en una sociedad digital, donde las relaciones se desarrollan en las redes, hay que «pintar la raya» entre lo que es público y lo que es personal.
Pero mientras llega el cambio institucional, la activista trabaja con su organización Respeto y Educación Digital en Sexualidad (Redes), con la que busca un cambio cultural para que las personas aprendan a lidiar con esta situación.
«El problema es que hemos estado asumiendo que estas fotos y estos videos pueden definirnos como personas, cuando son solo un aspecto de todo lo que somos. Estamos limitando nuestra existencia a la sexualidad y a nuestra sexualidad retratada en un archivo», reflexiona.