México, 23 sep (EFE).- El mexicano Carlos Chávez fue compositor, director de orquesta, periodista y profesor, pero sobre todo fue un impulsor de artistas gracias a su rol en las instituciones y a sus habilidades sociales, las cuales le llevaron a entablar una fuerte amistad con artistas como Diego Rivera y Frida Kahlo.
Con motivo de la apertura de la exposición «Caballo de vapor, 120 años de Carlos Chávez», la directora del Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, Marisol Argüelles, explica la relevancia del artista como promotor de la cultura mexicana.
Y desgranó los vínculos que estableció -a través de favores, cartas y alguna que otra decepción- con dos de los personajes más relevantes del México del siglo XX.
En entrevista con Efe, la experta relata que, aunque Frida Kahlo (1907-1954) era una artista mucho menos reconocida que Rivera en ese entonces, fue ella quien los presentó a los dos.
Todo empezó con los viajes de la icónica pintora a Estados Unidos en los años treinta del siglo XX, donde, por azares del destino, y gracias a la conexión con el pintor Miguel Covarrubias (1904-1957), Kahlo y Chávez se conocieron y, desde entonces, mantuvieron una fuerte relación de amistad y admiración mutua.
«Son círculos que se van cerrando, pero es básicamente a partir de los viajes que hace a Estados Unidos en donde está Miguel Covarrubias, que tiene mucha relación con artistas allá y artistas acá, entonces en los viajes que hicieron conocieron a Carlos Chávez», detalló.
Cuatezón (amiguito) o Carlitos, eran algunas de las palabras afectuosas que Kahlo tenía para Chávez (1899-1978), quien fundó en 1946 el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
En algunas cartas expuestas en la muestra -compuesta por alrededor de 77 piezas- queda palpable la buena relación entre ambos, quienes en ocasiones se ponían creativos y escribían las cartas en verso.
Fue en algunas de esas misivas que Frida Kahlo pide ayuda a Chávez para vender su mítico cuadro «Las dos Fridas».
La necesidad era apremiante, pues Kahlo ya se encontraba por aquel entonces, entrados los años 40, en uno de los momentos más crudos de su fibromialgia y requería pagar sus constantes viajes al hospital, donde tenía un adeudo.
Y finalmente fue el propio Chávez quien adquirió la pintura por 4.000 pesos de la época, permitiendo a Kahlo solventar la deuda.
Luego de eso, ya en la década de los 50, llegó la inevitable separación entre la pareja de pintores y el compositor.
Argüelles cuenta que, como responsable del INBA, el músico debía organizar una exposición representativa de la pintura en México y pidió a Diego Rivera (1886-1957) que elaborara una pieza con total libertad creativa.
«Diego Rivera pinta un gran mural y al final este cuadro no entra en la exposición porque Carlos Chávez decide que era sumamente critico y era políticamente incorrecto», asegura Argüelles.
Y desde entonces «hay un evidente distanciamiento, incluso con Frida Kahlo».
«Verdaderamente no volvió a ser la misma relación, no volvió a haber un proyecto juntos», apunta.
Previamente, Chávez y Rivera habían colaborado en la creación de una sinfonía de ballet llamada «Caballos de vapor», cuyo nombre se tomó para bautizar a la exposición que inaugura el próximo 25 de septiembre, con motivo de los 120 años de su natalicio.
En la exposición pueden verse retratos de Chávez hechos por grandes artistas como Rufino Tamayo, el mencionado Rivera o incluso Miguel Covarrubias, quien le hizo algunas caricaturas.
Las cejas hirsutas, el pelo ondulado y unas gafas de pasta son algunos de los rasgos del célebre compositor.
Según la directora del museo, «Carlos Chávez era un agente cultural y se asumió como una especie de animador de la producción artística de México en otros países».
Aunque resulta complejo definirle, Argüelles describe a Chávez como a alguien «serio, pero que debajo de esa seriedad siempre tenía como una especie de chiste».
«Seguramente debió de ser un trabajador incansable de estos que no paran y no paran pero al final tenía siempre un cierto aire de ligereza», remacha.
La nieta del artista, Ana Prieto, cuenta a Efe los recuerdos que tiene de su abuelo, a quien describe como «un abuelo muy cariñoso».
Y recuerda a algunos artistas visitando la casa familiar, aunque dice que «a pesar de ser grandes artistas antes que nada iba la amistad».
Entre estas amistades se encontraba el compositor ruso Ígor Stravinski, de quien Prieto rememora que «venía menos» pero venía y lo recuerda con claridad, al igual que al poeta Carlos Pellicer o al muralista David Alfaro Siqueiros.
Para finalizar, la nieta apunta que «si bien no puede ser muy imparcial», en su memoria, y en la de posiblemente todos los mexicanos, su abuelo fue «un gran compositor y un gran creador de instituciones».