Guadalajara (México), 24 sep (EFE).- Lejos del «bullying» y de un sistema escolar que los tacha de niños problema, decenas de niños genios han hecho suyo el Centro Educativo para Altas Capacidades (Cepac) en la ciudad mexicana de Guadalajara, donde han encontrado un oasis donde aprender y desarrollar su talento.
Esta escuela es distinta a la mayoría. En ella las lecciones, las tareas y el proceso de aprendizaje suelen desafiar a los alumnos y estimularlos a conocer más, explicó a Efe Julián Betancourt, coordinador general del Cepac, institución dependiente del Gobierno del estado de Jalisco que es única en su tipo en México.
«El estudiante que está aquí necesita, como los ríos, tener corrientes que los lleven a espacios más amplios; es decir, necesita desafíos, vínculos con universidades, mentores. Hacia eso está enfocado el Cepac, un espacio donde los espejos se convierten en grandes ventanas para que el potencial del alumno se desarrolle buscando la felicidad de la persona», dijo.
La escuela no tiene aulas, sino que está organizada en laboratorios y talleres relacionados con ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas y arte, apoyados por tecnologías para que los estudiantes profundicen en el conocimiento que les facilitan los profesores.
Con dos años de trabajo Cepac está vinculado con diversas universidades y con el proyecto de educación tecnológica Google for education, y cuenta con 50 premios en concursos de tecnología, matemáticas e innovación nacionales e internacionales.
Tanto en la educación primaria como en secundaria, los más de 100 niños y adolescentes del centro tienen un coeficiente intelectual superior al promedio. La facilidad para la ciencia, las matemáticas, la comunicación o las artes hace que sus procesos de aprendizaje avancen más rápidamente que los de otros chicos de su edad.
Aunque esto puede parecer una cualidad que juega en su favor, la realidad es que la mayoría de los menores con altas capacidades suelen ser segregados, incomprendidos y etiquetados como niños problema en un sistema escolar diseñado para que un profesor enseñe a un mismo ritmo y con los mismos parámetros, explica Betancourt.
Según datos del Cepac, en México tres de cada 100 niños y jóvenes poseen altas capacidades intelectuales o son considerados superdotados. De cada 10.000 niños y jóvenes con esta condición, 15 son atendidos en instituciones particulares adecuadas para sus necesidades y el resto desconocen su condición por falta de diagnóstico.
UN CAMBIO RADICAL DE VIDA
Milo Rodríguez es un chico de 14 años que cursa tercero de secundaria y habla alemán, chino, japonés e inglés. Hasta hace dos años estaba en una escuela tradicional en la que sus profesores lo reprendían si él replicaba o cuestionaba alguna enseñanza.
El ciclo escolar pasado llegó al Cepac. Su vida, su estado de ánimo y su disposición para aprender cambiaron radicalmente, contó el joven a Efe.
«Mi vida tuvo un cambio completo desde que entré a esta escuela. Siento que el modo de educar es completamente distinto y el modo de visualizar al estudiante no es como a un menor, sino como a un igual; un discípulo al que se le puede trasmitir el conocimiento que después puede aplicar a la vida», afirmó con entusiasmo.
Los niños con altas capacidades suelen ser críticos, quieren saber más, devoran libros y acostumbran interesarse por temas «de adultos», una actitud por la que suelen ser tachados de «raros» y, en la mayoría de casos, son objeto de burlas o comentarios hirientes de sus compañeros y hasta de profesores.
«Antes no tenía un grupo de muchos amigos y no me sentía cómodo. Desde que llegué (al Cepac) soy amigo de todo el salón, puedo tener conversaciones de calidad, me siento muy incluido y adaptado y siento que la gente me entiende y no tengo que cambiar mi forma de ser sino que puedo ser yo, sin sentirme juzgado», expresó el joven.
La clave para potenciar a este tipo de alumnos es estimular y acompañar, además de inculcar la idea de igualdad y respeto para los demás, consideró Juan Francisco Flores, profesor del centro.
«El profesor se convierte en un tutor que facilita los procesos de aprendizaje y las herramientas que necesita (el alumno). No damos respuestas sino que invitamos a que sean los alumnos quienes vayan encontrando sus propias alternativas y respuestas ante las problemáticas que se les puedan presentar», expuso.
«Es un espacio que les brinda las mismas posibilidades a todos; partimos de la idea de que todos somos iguales», agregó.
En cada salón de clases convencional hay de uno a tres niños genios y es importante que tengan la atención de sus padres, que sean diagnosticados y tengan acceso a espacios escolares donde puedan desarrollar sus capacidades, señaló Betancourt.
«El mayor recurso de un país son sus mentes, no solamente los recursos naturales. Empoderar a esta población es pensar en los posibles líderes de mañana, personas que piensen desde una cultura democrática», concluyó.
Un ejemplo de acoso contra un niño genio fue el que el que sufrió Carlos Santamaría, de 13 años, quien en sus primeros semestres por la universidad más grande de América Latina, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), algunos de sus maestros intentaron hacerle la vida imposible mediante notas bajas y descalificaciones sobre su capacidad.
Ante este escenario, el padre del infante, Fabián Santamaría, tramitó un amparo en agosto de 2018 en el que argumentó «la omisión de autoridades universitarias para brindar un ambiente adecuado para que su hijo estudiara en la UNAM».
La sentencia de amparo indicó que las autoridades universitarias, entre ellas, la directora de la Facultad de Ciencias, deberá informar al rector de la UNAM y al Consejo Universitario la situación de infante para que garanticen «la plena inclusión del alumno, de 13 años, en la comunidad universitaria.