Juchitán de Zaragoza (México), 6 ago (EFE).- La pobreza perenne y las secuelas que dejaron los potentes sismos de 2017 profundizan las carencias en la comunidad de El Espinal, en el sureño estado mexicano de Oaxaca. Pese a ello, algunos adolescentes buscan un futuro mejor a través de la tecnología y el medioambiente.
A través del International Volunteering Vacation for Education (INVOLVE), un programa de voluntariado impulsado por la firma energética española Iberdrola, jóvenes de escasos recursos de comunidades marginadas viven experiencias, aprenden ofimática e idiomas y amplían sus miras de cara al futuro.
Uno de los alumnos, Jesús Domínguez, de 16 años, cuenta este martes a Efe que llegó al curso interesado en aprender algunos programas informáticos con los que tenía «problemas» porque «no sabía ocupar algunas herramientas básicas».
«Aunque no me guste, tengo que aprenderlo; obligatoriamente lo voy a necesitar», reconoce, asegurando que ha valido la pena tener un poco menos de vacaciones de verano para vivir esta experiencia.
Y es que Jesús se muestra contento no solo por haber aprendido a usar los programas informáticos, sino por haber mejorado su nivel inglés y, con ello, también su confianza en sí mismo.
El sueño de Jesús, que es bueno en matemáticas, es ser ingeniero algún día. Sin embargo, hasta que llegó al programa INVOLVE no tenía idea de las múltiples ramas que tiene la ingeniería.
Aunque aún no ha decidido su especialidad, tiene un poco más claros conceptos como la diversidad de ideas y eso le resulta estimulante.
«Quiero desarrollarme fuera, poder viajar, poder salir, ampliar mi perspectiva laboral o social», asegura, convencido de algún día «cruzar fronteras, conocer otro continente, nuevos países».
Según cuenta a Efe la responsable de proyectos sociales de Iberdrola, Begoña Barbera, el programa busca «desarrollar habilidades y competencias en jóvenes para que puedan optar a un futuro laboral y también desarrollar sus habilidades sociales, que es fundamental para poder tener un futuro más prometedor».
Durante dos semanas, los adolescentes -en los últimos años de preparatoria- conviven con voluntarios de distintas partes del mundo, quienes renuncian a algunos de sus días vacacionales para convivir y formar a los jóvenes.
Aprenden a utilizar programas informáticos como Excel, Word y adquieren otros conocimientos como el diseño web.
Todo ello hablando con sus compañeros en español y en inglés, idioma indispensable que cumple aquí una función estimulante de cara a que los jóvenes se imaginen un futuro distinto, tal vez en otro país, dicen algunos.
Esta es la cuarta vez que se celebra el programa INVOLVE en México, luego de tres ediciones en la capital, y desde hace 8 años en Brasil.
«Queríamos seguir dando oportunidades a otros niños de otras comunidades y Oaxaca es una región muy importante para nuestra compañía, y además ha sido muy afectada por los sismos», apunta Barbera.
Asimismo, dice que «habitualmente el programa INVOLVE se dirige a jóvenes que están en algún tipo de situación de vulnerabilidad o en zonas en las que hay que hacer un impulso al desarrollo».
Tras dos semanas conviviendo con los chicos y chicas, resalta que, pese a las difícil situación que vive este estado históricamente rezagado, los jóvenes «son brillantes» y «están aprovechando las clases al cien por cien».
Ante todo, Barbera recalca que se trata de potenciar «la apertura mental» de los jóvenes, enseñarles que «hay muchas oportunidades».
Como el medioambiente juega un papel fundamental de cara a las generaciones futuras, los adolescentes reciben cursos sobre crisis climática y la importancia de la conciencia ambiental.
Pero no todo son clases y disciplina, también hay espacio para el juego y las actividades lúdicas que estrechan lazos. Hacer jabón, crear una máscara o pintar platos de cerámica con motivos típicos de México son algunas de ellas, las cuales se realizan al aire libre, bajo los árboles que alivian con su sombra el sofocante calor veraniego.
Entre los alumnos y profesores voluntarios la buena sintonía es muy palpable. Hay risas, bromas y muestras de cariño. De fondo, suena reguetón, el género musical que une a distintas generaciones; de cuando en cuando, no pueden contenerse y se ponen a bailar.
Una de las voluntarias del programa, Ana Cecilia Fuentes, explica a Efe su experiencia siendo monitora de los jóvenes. «Son chicos superlistos, los mejores de cada grupo que fueron elegidos y tienen la encomienda de que ellos pueden apoyar a otros chicos en el futuro», señala.
A su juicio, este tipo de talleres en los que se busca expandir la mente y el potencial de los jóvenes es «una cadena, una cascada de yo te apoyo, tú me apoyas», que se ve reflejada con el tiempo.
Los perfiles de los jóvenes son muy distintos, pues «hay algunos extrovertidos» y otros no tanto, pero todos «aunque terminen agotados, se van contentos a casa».
Durante el penúltimo día del taller, los chicos escribieron en un papel qué sueños tenían de cara al futuro y, después, estos se leyeron en voz alta delante de todos.
«Un futuro donde todos podamos vivir mejor», «Tener un trabajo que me haga feliz» o «La salud mía y de mi familia» fueron algunos de los deseos que se pudieron oír.