París, 08 ago (EFE).- A través de los inmortales retratos que de ella tomaron los cuatro grandes fotógrafos de su vida, el mito Marilyn Monroe sigue vivo en una exposición que junta por primera vez sus imágenes y descubre en París a la mujer rebelde y vital oculta tras la estrella hollywoodiense.
Sam Shaw, Milton H. Greene, André de Dienes y Bert Stern, que se convirtieron prácticamente en miembros de su familia y retrataron a Monroe más allá de su imagen extremadamente sexualizada, nunca antes habían expuesto conjuntamente.
En el verano en el que se cumplen 57 años de su muerte, la galería Joseph, en el barrio parisino de Le Marais, refleja a través de sus objetivos la metamorfosis de la joven Norma Jeane en icono del siglo XX a través de fotografías, portadas de revistas o carteles de cine, algunos desconocidos hasta el momento.
De Dienes fue, en 1945, el primero en inmortalizar a la joven cuando esta tenía 19 años y aún no había cambiado su nombre por el de Marilyn Monroe.
La exposición «Divine Marilyn» documenta toda una vida mediante 200 imágenes, desde la niña huérfana y la siempre risueña adolescente de cabello castaño y rizado previa al mito, hasta semanas antes de su fallecimiento.
Fotos de infancia y sus primeras sesiones como maniquí se intercalan con documentos de la agencia con la que empezó su carrera de modelo.
Entre ellos, una ficha con sus medidas y atributos físicos que incluye una sugerencia gracias a la cual se convirtió en la rubia más famosa del mundo: «cabello demasiado rizado e indisciplinado, se recomienda decoloración y permanente».
Fue en 1953, con la película «Los caballeros las prefieren rubias» («Gentlemen Prefer Blondes») en la que interpretó el famoso número musical «Diamonds are a girl’s best friend», cuando Monroe (Los Ángeles, 1926-1962) se consagró como estrella de Hollywood.
La muestra cuenta también con imágenes de Greene, fotógrafo de moda y amigo de Monroe con el que vivió durante cuatro años y con el que creó una productora cinematográfica para gestionar su imagen, que produjo las películas «Bus stop» y «El príncipe y la corista» («The Prince and the Showgirl «).
La exposición incluye además la ineludible imagen del vestido blanco levantado por el aire de las rejas de ventilación del metro, una de las escenas más imitadas y obra de Shaw, que pasó diez años retratando su vida privada.
Otra sala, en la que uno entra casi con respeto, expone el resultado de sus dos últimas sesiones, unas de las más míticas de la historia de la fotografía, capturadas por Stern en 1962, semanas antes de la desaparición de la actriz.
En ellas se observa a una Marilyn con ropa muy transparente y sin maquillaje en el cuerpo: «Tenía una cicatriz y no quiso tapársela, quiso hacer las fotos de manera natural», explica a Efe el galerista, Michael Timsit.
El que pudo haber sido su último trabajo frente a una cámara se dividió en dos sesiones porque tuvo que repetirse: «Las fotos fueron presentadas a ‘Vogue’, pero al ser escandalosas para la época no se pudieron publicar, hubo que rehacerlas», contó Timsit.
Las imágenes de estos fotógrafos, prestadas por sus herederos, permanecerán expuestas hasta el 22 de septiembre en la capital francesa y hasta ahora solo habían visto la luz en monográficos y nunca más de quince días en el mismo lugar.
Por Claudia Zapater