Huamantla (México), 17 ago (EFE). La pasión taurina traspasa fronteras, y en México hay un pueblo en que las corridas de toros y los encierros son el sello de unas fiestas patronales al más puro estilo español. Se trata de la «Huamantlada» en el céntrico estado de Tlaxcala.
«Dice uno Huamantla e inmediatamente piensa en toros, toros de lidia», señala a Efe Dolores Valdivieso, una turista de Cancún.
El tercer cohete marca el inicio de la Huamantlada. Son las 11 de la mañana (16.00 GMT) y bajo los potentes rayos de sol 17 toros de casta salen a las calles ante la mirada curiosa de miles de locales y visitantes. Llevan hasta dos horas esperando el inicio de este espectáculo.
«Nosotros llegamos muy temprano a apartar lugar porque es una fiesta donde se congregan miles de gentes. Logramos un lugar excelente para disfrutar de esta fiesta brava» señala a Efe Orlando Nava, quien llegó por la mañana con su esposa y dos hijas.
En un circuito cerrado de 17 calles se lleva a cabo la tradicional capea callejera con un toro en cada calle. Profesionales del mundo taurino y aficionados aprovechan este evento para «hacer sus pinitos» en el mundo del toro.
En general, los participantes que están a pie de calle buscan correr delante del toro bravo, tocarlo o, con capotes improvisados, torearlo. Otros ven los toros «desde la barrera».
Minutos antes del estallido del primer cohete Gerardo, originario de Puebla, señala que cada año, desde hace cinco, acude a la Huamantlada a casa de un «compadre» a ver el espectáculo.
No falta el imprudente que, con unas copas de más, salta al «ruedo callejero» pretendiendo ser un matador de primera. El resultado son, en el mejor de los casos, heridas leves y contusiones; en el peor, la muerte.
Para ello hay listas en las inmediaciones de las calles del centro de Huamantla 40 ambulancias, 100 paramédicos, 20 médicos y el servicio de ortopedia del Hospital de Huamantla en alerta con un cirujano especializado.
Este año el reporte ha sido de nueve personas lesionadas de entre 13 y 60 años, una de gravedad con una cornada en el tórax.
«Recomendamos que no ingresen al circuito en estado etílico», comenta Cristian Salazar, quien desde hace 10 años forma parte de la Huamantlada como apoyo de caporal. Su función es soltar el toro, guardarlo al finalizar y regresarlo a la ganadería.
Su afición por los toros le hizo formar parte activa de este espectáculo. Hace dos años sufrió una cornada de la cual aún le quedan secuelas.
«Al guardar el toro me gana en la carrera y me llega a alcanzar y el cuerno entra, en la pierna izquierda. Fue una cornada de 15 centímetros de alto, 8 puntos internos y 15 externos» señala a Efe.
Alrededor de 100.000 personas acuden a este evento ataviados para la ocasión: pañuelo rojo atado al cuello, faja a la cintura y los más atrevidos no dudan en ponerse sombreros con cuernos y todo tipo de accesorios.
Un toro disecado en medio de la calle llama la atención de visitantes, que no dudan en inmortalizar el momento.
«Escuchando a muchos turistas decidimos trabajar un toro y presentarlo en las calles en representación de la Huamantlada para que la gente se pueda tomar fotos sin riesgo de sufrir una cornada, un accidente», declara Elizabeth Zapata Ángeles, dueña del toro disecado.
En la Huamantlada burladeros improvisados por las calles, plataformas hechas en ocasiones por los mismos vecinos o tablas que sirven de asientos, prueban cada año que los milagros existen.
El agosto, sin duda, es para aquellos afortunados que viven o tienen locales en las calles del circuito. Dependiendo el lugar, si es a pie de calle, en la azotea de una casa o en el balcón o ventanas, el precio para ver el espectáculo oscila de 50 a 200 pesos (Dos a 10 dólares).
El origen de la Huamantlada se remonta a 1954 cuando Raúl González, un ganadero de Tlaxcala, viajó a España junto con un matador y conocieron los encierros de Pamplona en San Fermín. González inició a su regreso esta tradición en Huamantla.
En un inicio, los bureles corrían por las calles hasta la Plaza de Toros, donde horas más tarde se celebraba la corrida. Ante la masificación del evento, en 1967 se estableció que los toros del encierro no fueran los mismos que los de la corrida. Desde ese momento, la denominada «Pamplonada» pasa a llamarse «Huamantlada».
La tradición taurina llegó a Tlaxcala con los españoles. Es el estado más pequeño de México y el que más ganaderías tiene, con 48 en total, además de 6 escuelas taurinas que impulsan la pasión por la fiesta brava.