San Antonino Castillo Velasco (México), 25 ago (EFE).- A sus 72 años, don José es un artesano del sureño estado mexicano de Oaxaca que crea auténticas joyas con sus manos pese a que perdió la vista hace 17 años.
«Se me empezó a oscurecer la vista y busqué mucho en la ciencia médica pero no hubo respuesta, cambié de medico a otro, a otro y a otro y no hubo respuesta, pasé por los conocimientos de los oftalmólogos, pero no hubo solución se me opaco la vista más y más y más», cuenta este domingo José García en entrevista con Efe.
El anciano empezó a moldear el barro de pequeño y, pese a quedar completamente ciego pasados los 50 años, la costumbre de décadas y un don especial que le agudizó los sentidos le permitió continuar con su actividad artesanal.
«Dicen los médicos que no hay medicina, solamente tratamientos para controlar este problema. No soy el único. Pero no porque me pasó así me voy a cruzar de brazos», indicó.
Es por eso, agregó, que no renunció a su profesión y sustento, ni tampoco optó por pedir limosna pese a ser un adulto mayor.
No voy a «cambiar este rostro que tengo por un rostro enfermo, caído, destrozado y lanzarme a la ciudadanía a que me depositen unas monedas, para mis necesidades hogareñas, para mi pan cotidiano, no, no puede ser. A mí me gusta trabajar», señala.
Sus manos le dicen qué formas va dibujando en la tierra que le da su pueblo natal San Antonino Castillo Velasco. Sus oídos, le dan detalles sobre la humedad del material y los ruidos que hace al aplanar el barro, y su mente le sugiere las formas que vio antes de quedarse ciego.
«Para mí no es como un trabajo, es como un deporte es un entretenimiento, donde tomo el barro y lo empiezo a dibujar», cuenta el hombre oriundo del estado de Oaxaca, una de las regiones más pobres de México.
El país registró 52,4 millones de habitantes en situación de pobreza en 2018, que representa el 41,9 % del total de la población, según los datos más recientes del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
Según la tradición náhuatl, el artista es el que «enseña a mentir» para que cobren vida los símbolos y piezas hechas en materiales como el oro o el barro.
Y este arte que él defiende con tanto orgullo es la herencia que le deja en vida a su esposa Santa Teresita Mendoza y sus dos hijos, que trabajan con él fabricando sus propias figuras.
A pesar de su ceguera, don José ha salido adelante y sus obras se han expuesto en Estados Unidos, exportando a otros rincones del mundo su peculiar mirada a través de las manos.
«Aquí tiene sus brazos, aquí tiene su cabello y su cabello es suelto. Aquí está su rostro como es la sirena y tiene dibujada unas flores. A estos les llamamos alcatraces y esta es una pequeña florecita no sé si llamarle clavel», explica el artista mientras moldea una de sus más recientes creaciones, una escultura pequeña que bautiza como «una sirenita»
El taller de la familia de este singular artesano se ubica en el centro del municipio de San Antonino Castillo Velasco, población zapoteca localizada en la región central de estado, a 45 kilómetros de la ciudad de Oaxaca.
Para su hija Sara García, también artesana, la razón para dedicarse a este oficio fue precisamente la pérdida de vista de uno de sus padres.
«De allí yo le puse mucho interés y yo dije de aquí soy y me gusta. Desde pequeña me gusta moldear el barro, porque el barro lo puedes moldear como tú quieras, todo lo que tú te imaginas lo que tú quieras hacer lo puedes plasmar en el barro», agrega.
Mientras para su esposa, comprender que don José se quedó ciego no fue fácil.
«Yo me sentía triste y yo lloraba. (…) Él me llama princesa Magnolia pechos de oro. Y entonces él me decía, ‘no llores princesa porque yo soy el hombre, yo soy la cabeza del hogar yo tengo que trabajar para que tú y tus hijos coman'», explica a Efe la mujer emocionada.