Buenos Aires, 26 ago (EFE).- Los dinosaurios más grandes, los más antiguos y kilómetros de territorio aún por explorar. Argentina es, por esos tres motivos, un paraíso para cualquier paleontólogo dedicado a estos reptiles y una potencia mundial que está acuciada por problemas de financiación estatal.
Uno de sus profesionales más reconocidos, Sebastián Apesteguía, dice a Efe que, además de la escuela de paleontólogos en la que se ha convertido el país, las claves de la fertilidad del territorio argentino son evidentes: una zona llana y árida bastante extensa que deja los restos a la vista, la Patagonia, y una cordillera joven con estratos de varios períodos, los Andes.
«Todo lo que llamamos la diagonal árida es un reservorio paleontológico: va desde el sur más austral hasta escaparse por la línea noroeste», explica Apesteguía.
Favorecido por su gran extensión, en Argentina se descubren «cinco especies por año», cifras similares a las de otras naciones como Estados Unidos y China, superiores en tamaño al país austral.
Además de la cantidad, lo que llama la atención a los paleontólogos de todo el mundo son las especies singulares que surgen cada tanto entre el polvo patagónico.
«A diferencia de Estados Unidos, la mayor parte de los fósiles son cosas raras porque están lejos de las imágenes que formaron el imaginario de cómo eran estos reptiles grandes», afirma Apesteguía.
En otras palabras, las especies nuevas que se encuentran en Argentina amplían, en cada investigación, el universo de los dinosaurios, con récords de tamaño como el que supuso el «Patagotitan mayorum» -anunciado en 2017-, que con 37 metros de longitud y 70 toneladas es el más grande hallado en la historia.
Esto se explica, según los científicos, porque Sudamérica fue un continente aislado durante mucho tiempo y allí las especies evolucionaron de manera diferente.
En febrero pasado, el propio Apesteguía fue uno de los firmantes del artículo que presentó en sociedad al «Bajadasaurus pronuspinax», encontrado en Neuquén (sur), una especie con cuernos y púas para adelante en el cuello.
«Fue una cosa de locos, inesperada. Lo que aparezca en el futuro va a dar mucho que hablar», recalca.
El último ingrediente de este megacentro saurópodo está en la región cuyana, en el centro oeste, hogar de multitud de restos que albergan información sobre los dinosaurios del período triásico, el origen de esos animales.
El resto del país alberga fósiles de otras épocas como el cretácico y del jurásico inferior, del cual hay pocos estratos a nivel mundial.
La actual Argentina conforma así una inmensa arena de juegos para los científicos más experimentados y las futuras generaciones que aprenden de los trabajos de compañeros como Diego Pol, cuyo equipo descubrió el colosal «Patagotitan», y Fernando Novas, ambos pertenecientes al estatal Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
Uno de los discípulos de Novas es el español Jordi Alexis García, quien llegó a Argentina hace tres años llamado por un panorama que, para él, representa un viaje al origen de las expediciones paleontológicas en comparación con su región.
«A diferencia de Europa, todavía es un país dentro de un continente muy prístino, hay mucho por descubrir y todavía existe esa aventura, esa emoción de la exploración, de lo indómito», sostiene García, doctorando en la actualidad.
Dos de sus compañeros argentinos destinados al equipo de Novas, Mauro Aranciaga y Matías Motta, forman parte de la nueva generación de paleontólogos argentinos.
Para Aranciaga, su oficio es una carrera de fondo que lleva años desde que se encuentran los primeros restos hasta que se publica el hallazgo del nuevo dinosaurio. Además, una campaña en el terreno dura «entre quince días o un mes» y después los restos se llevan al laboratorio para prepararlos y estudiarlos a fondo.
Como ellos, alrededor de cien paleontólogos argentinos siguen con su trabajo, aunque la mayoría de veces tienen que recurrir a entidades extranjeras privadas como Jurassic Foundation y National Geographic para financiarse, más aún desde que inició la crisis económica argentina en abril de 2018.
«El trabajo es de supervivencia, estamos en un momento embromado», lamenta el veterano Apesteguía, quien llama a que se vuelva a activar una propuesta de proyectos subsidiados por parte del Estado.
El paleontólogo doctorando Matías Motta, de 26 años, que prepara en el laboratorio su próximo anuncio -el descubrimiento de un dinosaurio pequeño- cuestiona los recortes.
«Realmente estamos aportando muchísimo al conocimiento, no solo de Argentina sino de todo el mundo, porque de toda la historia evolutiva lo que ocurrió en Argentina es particular (…). Argentina es reconocida a nivel mundial por la paleontología y que no podamos explotarlo por falta de subsidios es realmente una pena», indica.
La falta de financiación puede suponer para los especialistas en dinosaurios del país lo que el meteorito fue para los dinosaurios.
«Es como extinguir un poco la ciencia», considera Motta.
Por Pablo Ramón Ochoa