Ciudad Juárez (México), 28 ago (EFE).- Ciudad Juárez, en México, y El Paso, en Estados Unidos, que hasta 1848 eran la misma urbe mexicana dividida por un río, siguen compartiendo familias que viven a ambos lados, pero no las mismas oportunidades. Hoy vuelen a unirse en el dolor por la matanza del 3 de agosto del lado estadounidense.
«Realmente El Paso es la colonia de los ‘nice’ de Juárez», afirma a Efe Juan Acereto, director de Asuntos Binacionales del Gobierno de Ciudad Juárez en El Paso, Texas.
En El Paso viven también la mayoría de los altos ejecutivos de más de diversas nacionalidades que dirigen más de 300 fábricas maquiladoras en Ciudad Juárez y que encuentran en la urbe estadounidense la seguridad y la calidad de vida que no existen en el lado mexicano.
Muchos de ellos residen en alguna de las áreas más ricas de El Paso, desde las que se divisan cinturones extremos de pobreza de Juárez, como la colonia Anapra, a través de una valla fronteriza.
Para disfrutar de lo mejor de vivir en la frontera sin tener que hacer largas filas para cruzar al otro lado, con el sistema SENTRI los empresarios hacen uso de una visa especial para vehículos, con la que se paga una tarifa a Estados Unidos y otra diferente a México, y que ahora está disponible a todo el que cumpla una serie de requisitos económicos estrictos.
Para Acereto, la gran diferencia entre las dos ciudades es la cantidad de dinero que una persona puede ganar.
«En Juárez, por el mismo nivel de educación no alcanza a tener trabajos para tener una vida digna. En El Paso, el ingreso per cápita de la zona es de 36.000 dólares al año y el ingreso en la zona de Juárez es cinco veces menos, de 6.000 a 7.000 dólares al año. Eso abre una brecha muy grande», señala.
Un estudio realizado por El Paso Community Foundation, una organización que aglutina esfuerzos de filantropía y liderazgo a ambos lados de la frontera, analizó cómo las personas de El Paso y Juárez se ven unas a otras.
En el estudio Border Perceptions Index, o Índice de Percepciones en la Frontera, 47 % de los residentes de El Paso y 35 % de los juarenses señalaron a las dos ciudades como hermanas.
«Fue sorprendente descubrir que 48 % de los paseños vivieron en México hasta la edad de 12 años», afirma Marco Porras, director de Asuntos Binacionales de El Paso Community Foundation.
El idioma español se habla con fluidez en El Paso, una ciudad con 85 % de población latina. El inglés es el idioma que los juarenses con estudios dominan, en una ciudad llena de casas de cambio en la que cada día el precio del peso frente al dólar es noticia. Muchos de estos juarenses han nacido en el lado estadounidense.
La frontera, que se ha visto golpeada por la inseguridad de Ciudad Juárez -que la convirtió en los últimos años en una de las urbes más peligrosas del mundo-, no ha dejado de tener un flujo constante de personas que cruzan desde ambos lados de la frontera para visitar a sus familias, ir de compras, estudiar o trabajar.
Las tradiciones de los dos lados de la frontera se funden y se comparten. En Ciudad Juárez, por ejemplo, muchos celebran en tierra mexicana en «Día del Pavo», que en Estados Unidos es el Día de Acción de Gracias.
Durante el apogeo de la llamada guerra contra el narcotráfico, hace una década, fueron miles los juarenses que se mudaron al otro lado, junto con sus negocios, lo que hizo prosperar económicamente a El Paso pese a la crisis económica que sufría el resto de Estados Unidos.
«La diferencia principal es que Estados Unidos es una tierra de oportunidades; hay Estado de derecho», afirma a Efe Javier Ulloa, un juarense que en bicicleta cruzaba todos los días para estudiar en la Universidad de Texas en El Paso, que ofrece a los juarenses una matrícula al mismo costo que a los paseños.
Añade que «El Paso es una ciudad planeada y Juárez es una ciudad desarrollada para explotar al trabajador, no para desarrollar integralmente a los ciudadanos».
Para disfrutar de comida mexicana hay que ir a los restaurantes de Ciudad Juárez, aunque muchos de ellos se han establecido en El Paso pero no alcanzan a tener la sazón mexicana ni los precios económicos del lado mexicano.
En un video rodado en gran parte en el puente fronterizo de Santa Fe, por el que se cruza a El Paso, el ya fallecido cantautor mexicano Juan Gabriel radiografió «La Frontera» en una canción sublime que resume esta zona única y mágica mexicana, que no es México ni Estados Unidos.
«A mí me gusta estar en la frontera porque la gente es más sencilla y más sincera. Me gusta cómo se divierte y cómo lleva la vida alegre, positiva y sin problemas. La gente no se mete en lo que no le importa. Todos respetan y cada quien, vive su vida», dice la pieza.
Las dos ciudades, separadas por el Tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado tras la intervención estadounidense en México (1846-1848) y por el cual el este país perdió en favor de Estados Unidos más de la mitad de su territorio, volvieron a unirse recientemente en el dolor por la matanza del 3 de agosto en El Paso.
En este ataque racista, perpetrado por un individuo llamado Patrick Crusius, fallecieron 22 personas y otras 24 resultaron heridas. Ocho de los fallecidos fueron mexicanos, cinco de ellos de Ciudad Juárez, que habían cruzando la frontera para comprar en Estados Unidos.
En el centro comercial Cielo Vista, donde ocurrió la masacre, la gente acude cotidianamente para llevar flores, globos, banderas de Estados Unidos, México y Texas, y letreros con mensajes contra el racismo.