México, 30 ago (EFE).- Por azares del destino y de las caprichosas redes sociales, la mexicana Rubí Ibarra se convirtió en la quinceañera más famosa del mundo en 2016 y miles de personas acudieron a su fiesta. Hoy, a punto de cumplir 18 años y alejada de la marabunta mediática, la joven no renuncia a sus sueños.
«Quiero seguir en la música, seguir cantando. Algún día componer mi propia música. Este sería un gran sueño que yo tengo, dar un mensaje positivo para todas las personas», cuenta a Efe la joven a casi tres años de esta multitudinaria e inesperada fiesta en el corazón rural del céntrico estado mexicano de San Luis Potosí.
Con una madurez impropia de su edad, Rubí cumplirá este 31 de agosto la mayoría de edad fortalecida por la locura que vivió en diciembre de 2016, cuando la invitación por vídeo a su fiesta de quince años en el diminuto poblado de La Joya se subió a las redes y rápidamente se viralizó.
El día del evento, el 26 de diciembre, varios miles de personas acudieron a la cita provenientes sobre todo de México y Estados Unidos, en un fenómeno sin precedentes a medio camino entre el homenaje a la menuda chica, ajena por completo a la farándula, y la broma colectiva.
«No recuerdo mucho, solo que bailé el vals y la gente estaba muy feliz. Vi a mucha gente y me agobié», rememora la muchacha, que consideró que pese a toda la vorágine de esos días pudo «sobrellevar la situación».
Pese a la locura de aquel día, la experiencia fue para ella «increíble». Llegó a viajar a Los Ángeles (EE.UU.) y conocer «muchas personas famosas».
Pero el globo se desinfló rápido. Y pese a que ella apareció varias veces más en televisión, hizo alguna campaña publicitaria y ha publicado varias canciones como «Contéstame» -que acumula más de medio millón de visitas en YouTube-, pronto volvió a la rutina propia de una adolescente.
«Lo primero es estudiar», dijo a Efe su madre, Ana Elda García. Y así ha sido, Rubí vive ahora en Matehuala, el municipio más poblado de su zona de San Luis Potosí, donde tiene la escuela y este año espera terminar la preparatoria.
En un futuro, consciente de las dificultades de triunfar en el mundo artístico, no descarta estudiar para ser dentista.
«Me he dedicado a estudiar, a prepararme porque para mí es lo principal e importante», dijo Ibarra, quien no por ello abandona su sueño artístico, con sus padres como representantes.
«Tenía un representante pero ya es cosa del pasado; mis padres se están haciendo cargo de todo lo que tiene que ver conmigo. En ellos confío», resume la muchacha.
Esta brutal y pasajera fama también le trajo dolores de cabeza. Las redes se llenaron de bromas sobre su persona y los «troles» hicieron de las suyas.
Aunque a juzgar por sus palabras, Rubí se tatuó en la piel el refrán «Lo que no mata te hace más fuerte».
«Todavía me duran las burlas. Las personas son así, van a hablar bien y mal. Pero para serte sincera es algo que no me interesa ni me importa. Yo tengo la conciencia tranquila. Es algo (la macrofiesta) que tenía que pasar, ya fuera por el destino o por lo que fuera. Yo no lo planeé, ni mis papás», afirma la joven, que hoy simpatiza y ayuda a quienes padecen «bullying» como ella en las redes.
A todos estos «troles», les dice: «Internet debería usarse para compartir cosas importantes y no para atacar a las demás personas».
En su natal La Joya, con unos 2.000 habitantes, Rubí Ibarra conserva todavía muchos de los centenares de regalos que la gente le hizo llegar, sobre todo peluches o pequeñas alhajas. «Todos tienen un gran valor», asegura.
El pueblo, explica, sigue igual que siempre. Cruzado por unas pocas calles asfaltadas y con una señal telefónica paupérrima y sin internet, lo que ha dificultado concretar esta entrevista telefónica.
«No ha cambiado en nada, sigue siendo igual de tranquilo», afirma.
Estos 18 años los cumplirá en familia y a puerta cerrada. Días después, y ya cumplida su mayoría de edad, participará en una campaña en redes sociales de una marca de tequila.
«Nada de fiesta», sintetiza la muchacha al hablar de su inminente cumpleaños.
Prefiere no dar ninguna pista de esta celebración que, quién sabe, podría acabar siendo tan inmensa como la de sus quince años. E